SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


lunes, 7 de septiembre de 2020

ANTIGUO CASTILLO DE SAN CARLOS, EN LA CALETA DE MÁLAGA.

   Hay noticias que en el lugar donde se alzó el castillo o fuerte hubo primero una estancia militar de vigilancia de la playa. 

   Efectivamente, en la visita de inspección que en 1571 realizó Antonio de Berrio, informa que en la llamada Caleta del Marqués había una estancia con dos guardas pagados por la ciudad de Málaga. Esto nos indica que debía ser una zona de especial vigilancia debido a posibles desembarcos enemigos.

   No he encontrado más noticias sobre esta fortificación hasta el siglo XVIII, cuando la documentación manejada me informa de que en la misma zona existía un castillo, fuerte o batería -depende de quien lo trate- construido durante el reinado de Carlos III, en un principio como lazareto donde confinar a los marineros sospechosos de contagios, hasta que en 1776 y a iniciativa de la ciudad de Málaga, se acometieron obras de reforma por un valor de 4896 reales, poniéndole algunas piezas de artillería, probablemente de a 24. 

   En 1801, el gobernador militar ordenó habilitarlo para acoger un destacamento de caballería, aunque poco a poco dejó de ser operativo para la artillería y también para usarlo para custodiar presos 

   En la visita que realizó Felipe de Paz en 1803, este informó que se trataba de un fuerte en buen estado y con casi todos sus edificios nuevos, que disponía de ocho cañones de a 24 para la defensa del fondeadero exterior y del camino a Vélez Málaga, además de contar con parrilla para enrojecer balas.

   Debía de estar en buenas condiciones de conservación, aunque en enero de 1821, en el informe realizado por Juan Pérez, se recomendaba realizar algunas obras de restauración, obras que se presupuestaron en algo más de cinco mil doscientos reales. 

   En el informe redactado por Mauricio Rodríguez de Berlanga en 1830, aconseja que aunque estaba en buen estado, sería conveniente que se le realicen algunas reparaciones y viendo que solo contaba con un cañón de doce libras orientado a levante, informó que tenía capacidad capacidad para montar ocho cañones de gran calibre en tiempo de guerra, pudiendo quedarse en cuatro en época de paz. 

   Por lo que a la guarnición se refiere, al observar que solo contaba con un sargento de artillería y dos soldados de infantería, aconseja que ese número en tiempo de paz debería ser de un sargento, ocho soldados de infantería y dos artilleros y en época de guerra aumentarlo a un oficial, doce soldados de infantería y tres de artillería y dotarlo con ocho soldados de caballería para patrullar la costa.

   En una visita de inspección realizada veinte años después, en 1849, por Miguel de Santillana, este pone de manifiesto que lo considera apto para acoger hasta cuarenta soldados de infantería y artillería, a los que añadir otros veinte de caballería, viéndole también capacidad para almacenar veinte quintales -diez mil kilos- de pólvora.

   Lo veía pequeño, por lo cual consideraba oportuno que se ampliase y dotarle de mayor capacidad de fuego por el lado de levante, así como elevar la altura de los edificios que cerraban la gola para desenfilarlo de las alturas que tenía por el norte.

   En 1851 se en encontraba sin artillería, al igual que otras baterías de la ciudad. 

   La mejor descripción que tenemos de el es la que en 1857 hizo José Herrera García. Por ella sabemos que se hallaba situado a 110 varas de la orilla del mar era de forma rectangular, con 55 x 35 varas de lados. También nos informa que en esa época era capaz de montar ocho piezas de artillería de grueso calibre y que  cruzaba sus fuegos con los del castillo de Santa Catalina al este y con los de las baterías del llamado Muelle Viejo de Málaga por el oeste. 

   Su construcción consiste en una barbeta en línea recta de cincuenta y cinco varas por el lado que mira al mar y en el ángulo que forma ese muro con el de poniente se hallaba colocada una garita. 

   Los edificios interiores se hallan colocados junto a las paredes sur y oeste, consistiendo estos en uno para el comandante, otro para el repuesto de pólvora, otro para el sargento de los artilleros, una cuadra con capacidad para veinte caballos, dos cuartos para los artilleros, una cuadra para la tropa, dos pequeños cuartos, más, una cocina y otro para el común.

   Se hallaba a mil varas del castillo de Santa Catalina. A pesar de ser un buen fuerte, tenía tres defectos: que solo tenía, en ese momento, una y media varas de altura respecto al exterior, que se hallaba dominado por los cerros del norte y que podía ser asaltado por el sur, por el mar.

   Aconsejaba demolerlo y reemplazarlo por una batería casamata.

   Después de esto último, no he encontrado más información sobre él, ni siquiera he encontrado datos sobre cuando fue demolido ni anécdotas ocurridas en el o que lo tengan como protagonista, lo cual espero encontrar habida cuenta la cantidad de archivos y de documentación que me falta por estudiar. 

   Tan solo he encontrado una que tiene al castillo como convidado de piedra, pues no es protagonista y es la que cuenta que de 1832 fueron ajusticiados con garrote frente a la calle del Puente, en el río Guadalmedina, en Málaga capital, los liberales José Mateos y Juan José Rumí, catedrático del colegio de Santiago de Granada, y junto con ellos también lo fue Antonio Román Álvarez, aunque este por motivos diferentes.

   Los liberales tuvieron un entierro, llamémosle normal, no así el tercero que resulta que por no haber muerto en el seno de la fe católica, se le negó el entierro en campo santo, siendo conducido su cadáver a la playa, cerca del castillo de San Carlos, donde fue enterrado.  

Soldado Malagueño

Málaga - 2020

domingo, 6 de septiembre de 2020

CASTILLO DE SANTA CATALINA. 1624-2020

 El castillo de Santa Catalina: cuatro siglos en Málaga

   Sus coordenadas son 36°43′31″N 4°23′38″O

   El castillo se levantó en la década de 1620, en la zona de la Caleta -llamada también Caleta el Marqués-, en el partido de Los Almendrales -actual calle Ramos Carrión, 38-, sobre el monte Miramar y en perfecta conexión con el castillo de Gibralfaro, pues hay que tener en cuenta que en ese tiempo no había árboles ni edificios que impidieran la visión.

   Siendo el momento en el que se construyo, el siglo XVII, una época de guerra, esto determinó la necesidad de llevar a cabo una política de mejora de las fortificaciones, política que en la ciudad de Málaga se vio plasmada con la construcción de los bastiones de Santa Cruz, San Pedro y Santa Catalina, de los cuales, al día de hoy, tan solo quedan restos del último.

   Sobre la fecha de su construcción y quién lo ordenó, hay dos versiones:

   La primera dice las obras del de Santa Catalina corrieron por cuenta del obispo de Málaga  Francisco de Mendoza, mientras que la segunda versión habla que la construcción de los tres fue por decisión de Pedro Pacheco, consejero de Guerra de Felipe IV, tras la visita que realizó a Málaga en 1625.

   Sea como fuere, es probable que se erigiera sobre una fortaleza anterior, quizás de origen nazarí, pues parece ser que durante las obras llevadas a cabo en la década de 1920 aparecieron restos de cerámica medieval.

   Situado a aproximadamente a kilómetro y medio de la ciudad, su diseño es obra de Sebastián de Arriola, siendo construido a base de piedra y cal por causa de su posición, presentando una planta irregular adaptada al terreno, aprovechando incluso las rocas existentes, con dos plataformas semicirculares mirando al norte y sobre las que se alzan dos torres de unos cinco metros de altura y dos baluartes de los llamados de punta de diamante. La muralla tiene entre cuatro y cinco metros de altura.

   Según se decía, en el interior de sus torres había salas de secretos con mejores condiciones acústicas que la famosa de la Alhambra. Sea como fuere, se trata de un edificio muy alterado, donde en los torreones se han abierto ventanas, al igual que en la muralla y en el muro norte se abrieron cuatro arcos.

Plano de 1747. Archivo General de Simancas. Signatura: MPD, 25, 148. El castillo se halla a la derecha del cauce del arroyo de la Caleta

      No he encontrado hasta el momento ningún plano ni descripción del castillo para conocer sus dimensiones, dependencias, dotación, armamento o reformas sufridas por este castillo a lo largo del tiempo desde su construcción y no será hasta mediados del siglo XIX que no tengamos una bastante exacta de cómo era ese momento. Supongo que lo que habrá variado en esos poco más de dos siglos habrá sido la disposición interior y que la estructura permanecería igual.

   Tenemos esta descripción gracias a la visita de inspección que realizó el mariscal de campo y coronel de ingenieros José Herrera García en 1857, la cual dejó plasmada en el informe que realizó tras dicha visita, el cual reproduzco para una mejor visión de cómo era el castillo en ese momento:

   "Edificado á distancia de un tiro de fusil de la orilla del mar, á la izquierda de la desembocadura del arroyo de la Caleta, sobre un cerro de tierra algo escarpado por el Este y por el Sud y de fácil acceso por Poniente; su forma enteramente irregular más parecido á un hornabeque sencillo con dos alas y un frente abalaurtado, cerrado por la gola con dos cubos y una cortina de 15 varas [12, 5 m.] de lado que los une: su objeto es proteger la playa y la rambla de la Caleta, cruzando sus fuegos con los del castillo de San Telmo. Puede montar dos cañones de grueso calibre. [Aquí debe haberse confundido de nombre, pues no había en la zona ni en Málaga ningún castillo de ese nombre, tan solo una torre vigía el este. Está claro que se refiere al próximo castillo de San Carlos, en la playa y a poniente, a poco menos de un kilómetro]

   Se entra en él por una puerta abierta en el centro de la cortina de la gola y á la derecha se encuentran los alojamientos de la guarnición. En seguida una batería a barbeta de 20 varas de largo [16,72 m.] que abraza el ala derecha y parte del frente que mira al mar; apenas puede contener dos piezas por su figura irregular; lo restante del frente del mar es un parapeto para fusilería, cuya altura y la de la banqueta son variables por seguir las desigualdades de la peña que hay en la cima del monte sobre que está el Castillo. Este frente se une con el de la gola por medio de una pared que al mismo tiempo que forma el ala izquierda de hornabeque desenfila el interior de las alturas que lo dominan por Levante. Este mismo servicio hace también la Cortina de la gola respecto a las alturas de la espalda. [o sea, el norte]

   Los alojamientos para la Tropa, consisten en las dos bovedas á prueba de los Cubos, de las cuales, la de el de la derecha, que es de cinco y media varas de diámetro [4,60 m.], sirve de repuesto, y la del de la izquierda, que tiene la misma dimensión, para cuarto de los Artilleros.

   Entre la entrada y el cubo de la derecha hay una habitación de tres por cuatro varas[2,50 x 3,34 m.] para el Comandante de la guardia; y la tropa de la misma se aloja en otro cuarto entre el mismo cubo y la batería, cuyas dimensiones son de seis varas de largo y tres de ancho [5,oo x 2,5o m.]. La cocina y el comun están adosados al ala izquierda del hornabeque; y por último, entre la puerta de entrada y el cubo de la izquierda está situado el juego de armas.

   Dista este castillo un cuarto de legua de la Torre anterior [torre vigía de San Telmo]. Su situación no es la mejor á causa de la mucha distancia que está del mar y de la grande elevación en que se encuentra, produciendo sus fuegos muy fijantes. Se encuentra en mediano estado.

   Como suele ser habitual en este tipo de edificios, no hay demasiados datos que informen de su vida a lo largo del tiempo, pudiendo señalarse tan solo algunos.

   La primera noticia que he conseguido obtener, es que en 1678 sirvió como hospital durante la epidemia de peste que se desató en Málaga a finales de mayo de ese año, traída a la ciudad por un barco procedente de Orán, el cual no solo descargó la carga que traía sino que varios marineros pernoctaron en una posada situada en la plazuela de Don Juan de Málaga, expandiendo el virus y para alejar a los contagiados del contacto con los demás ciudadanos, los médicos aconsejaron que fueran trasladados a lugares fuera de la ciudad y elevados, siendo uno de ellos el castillo de Santa Catalina.

      En la década de los treinta del siglo XIX aun seguía operativo, pero más como prisión, supongo que militar, pues según nos informa un periódico, el veintisiete de octubre de 1833, cuatro confinados de una brigada estacionada en el castillo fueron llevados al hospital de Atarazanas, aquejados  de un cólico. Lo malo es que al día siguiente hubieron de ser llevados al hospital diecisiete confinados más aquejados de lo mismo a los que añadir otros cuarenta más que había en la brigada, todos aquejados de lo mismo.

   El motivo no fue otro que habían guisado el rancho en un caldero que no estaba bien estañado, achacándolo los médicos a la acción del óxido de cobre. Fallecieron alguno de los confinados, a los que añadir un paisano que también comió del mismo rancho. No ocurrió lo mismo con los capataces y el destacamento de ocho individuos del regimiento primero de línea, que se hallaban destacados allí custodiaban a los confinados y que comieron de diferente rancho, por lo que no tuvieron ningún percance.

      La siguiente noticia que he obtenido es del trece de febrero de 1848, por la cual se sabe que sirvió el fuerte como escenario en un simulacro de ataque militar, al que asistieron los generales Serrano Domínguez, Ros de Olano y José Martínez Tenaquero, quien desde agosto de 1846 fue gobernador militar y jefe político de la provincia de Málaga, de grato recuerdo cuando se fue, pues limpió los caminos y pueblos de varias gavillas de bandoleros y delincuentes y reprimiendo las acciones de los revolucionarios progresistas, agradeciéndoselo la provincia con el regalo de un magnífico bastón de mando y el estado con el fajín de mariscal de campo. Cesó en el cargo en noviembre de 185o, que pasó a Cádiz con iguales empleos.

 

Lámina del periódico El Guadalhorce. 1840

   Lógicamente, con el avance de los tiempos y de la tecnología militar, el castillo fue perdiendo poco a poco su sentido y el estado acabó vendiéndolo junto con el terreno adyacente, desconozco a quien, pero si se sabe que para el año 1900 pertenecía a un particular con orígenes franceses. Antes de eso fue usado como lugar de vivienda de gente humilde, como se puede ver en una de las fotos.

   El francés debió poseerlo por poco tiempo, pues lo compró Salvador Ruiz Blasco, quien quería restaurarlo y convertirlo en su residencia, pero falleció antes de poder llevar a cabo el proyecto, pasando, por herencia, en 1908 a sus hijas, quienes en 1915 se lo vendieron a Manuel Loring Martínez de Heredia, marqués de Mieres, que alrededor de 1930 construyó una residencia en el lugar, aprovechando para la construcción las ruinas, integrándolas en el proyecto, creando un conjunto arquitectónico de estilo neoárabe, encargando del proyecto a los arquitectos franceses Levard y Lahalle. Quedó terminado en 1929.

   Como anécdota ocurrida al inicio de la Guerra civil, decir a las nueve de la noche del catorce de agosto de 1936, los guardias de asalto observaron cómo desde el castillo de Santa Catalina se realizaban extrañas señales. Al acercarse a efectuar un registro, encontraron en una dependencia del castillo un aparato de señales, del cual se incautaron y detuvieron a dos personas, que resultaron ser el jardinero y el guarda del castillo, que fueron llevados a la Comisaría.

   Tras el fin en 1937 de la guerra en Málaga, lo cedió la marquesa de Mieres para que fuese sede temporal de la oficina del Patronato Nacional de Turismo en Málaga, siendo sede de las pruebas de exámenes para aspirar a una de las cinco plazas de cocineros de albergues de carretera y paradores nacionales que se ofertaron el diez de diciembre de 1938.

Biblioteca Cánovas del Castillo. Colección Legado Temboury.  Signatura 2991. 1894-1914

   El ocho de mayo de 1943 tuvo al general Franco por huésped, quien volvió a residir en él el primero de mayo de 1956, con motivo de una visita que realizaba a algunas provincias del sur. Salió al día siguiente para Almería y a despedirle acudieron todas las autoridades y los representantes de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire. Franco estrechó la mano de todos los presentes y manifestó la satisfacción que le había producido su estancia en Málaga. A su paso por la Caleta de El Palo, el público, que en gran cantidad se había congregado, hizo objeto al Generalísimo de manifestaciones de simpatía.

   Aquí, el veintisiete de septiembre de 1952, vio por última vez la luz el I conde de Guadalorce, Rafael Benjumea Burín, ingeniero y político, quien a través de su matrimonio con Isabel Heredia Loring-Bebel emparentó con la aristocracia malagueña.

   Hoy es el emplazamiento de un hotel de lujo, en el que se conserva parte de su estructura, como los torreones y la muralla, aunque bastante transformados, habiendo añadidos sobre la obra original, como por ejemplo el paso elevado sobre unos arcos de herradura no perteneciente al primitivo castillo, así como los vanos abiertos con forma de arco de herradura de ladrillo enmarcados en alfiz en las torres.

   Esta declarado Bien de Interés Cultural (BOE 29-6-1985)

   Aparte de su historia real, he encontrado una historia ficticia escrita por Francisco de Paula Lasso de la Vega, ambientada en el interior y alrededores del castillo y que por su rareza en cuanto a historias sobre estos edificios en Málaga, quiero dar a conocer.

   "Málaga, es un país ideal; es decir, ideal para los poetas, para los artistas, para los que admiran la naturaleza tanto más, cuanto más accidentada es; en cambio, Málaga tiene graves inconvenientes, para los comerciantes, para los industriales, para los que prefieren las dilatadas llanuras atiborradas de mieses y la uniformidad del horizonte, á los precipicios, á las rocas, á los bosques y á los arroyuelos murmuradores.

   Yo prefiero la primera á la segúnda; y es mi mayor delicia, contemplarla desde cualquiera de los montes que la rodean. Vista desde la altura, todo es hermoso, El cielo parece que sonríe, el agua tiene más brillo. Las gaviotas oscilan lentas en el aire con tranquilo aleteo. Las olas besan la costa con rumor de carcajada y mi espíritu, libre por unos momentos, de las preocupaciones que constituyen la cotidiana lucha por la vida, se espansiona y sueño.

    Un dia al atardecer regresaba de mi paseo por las alamedas del Limonar entre tenues celajes, brillaba en el cielo, con reflejos de plata, el lucero de la tarde. La luz y la sombra se confundían, repartiéndose por el espacio, y de entre la sombra y la luz, nacía el crepúsculo. A mi izquierda, se veía el mar con su dilatada superficie, ora risueña, ora tempestuosa; con sus abismos, que lo mismo pueden encerrar preciados tesoros, que monstruos horrorosos; mar fascinador como una sirena; gigantesco como el poder más formidable de la naturaleza; traidor y tenebroso como el alma negra y taimada de un criminal; y cómo sirviéndole de marco, una sinuosa línea, frágil unas veces, por estar formada de menuda y movediza arena, de dura roca, otras freno que no por fuerte é inamovible, deja de ser constantemente roído y tascado por el mar iracundo, bañándolo, como el corcel de espuma.

   A la derecha, la ciudad; con sus casas blancas, semejantes á una bandada de palomas descansando de las fatigas del día, y en frente, un castillo, el de Santa Catalina.

   Durante unos minutos contemplé los penachos de helechos que se elevaban airosos, para caer después lánguidos por sus esquinas; la yedra que adornaba las derrumbadas paredes; los bloques de piedra que yacían esparcidos por el suelo; los arcos de las puertas inclinados por el peso de los años; los pilares de la terraza derruidos por el tiempo y los agentes atmosféricos; los restos de las ventanas colgando de sus quicios. Había en este castillo un tinte tan misterioso, que decidí entrar en él, por si encontraba entre los fragmentos de piedra y argamasa, alguna extraña leyenda.

   Apenas había avanzado algunos pasos en su interior, abrióse una puerta por la que apareció un anciano, que con una energía impropia á sus años, preguntó:

— ¿Quién vá?

—j La paz! — le contesté.  

— ¿Qué busca usted?—preguntó de nuevo lanzándome una terrible mirada.

— La historia de este castillo.

— Dicen que estas ruinas no tienen historia, tal vez, porque es muy triste, pero si quiere usted escucharla... .

—Es mi único deseo — interrumpí.

   —Pues oidla.

Solariego y extraño señor —comenzó diciendo el viejo— llamado don Diego de los Monteros, audaz y atrevido, vivía en esta torre, acostumbrado á mandar y á ser siempre obedecido. Echado una mañana de bruces sobre el alféizar de su ventana, contemplaba el embravecido mar, cuando quiso el demonio que su vista se posase en una joven bella y sencilla, hija de cierto señor, cuyo nombre no recuerdo.

   Desde aquel instante, no pensó más que en la posesión de la doncella, sin reparar en los medios, porque el tal Don Diego, no era muy escrupuloso; el caso es, que, un día no se sabe si por fuerza ó por astucia, robó y se hizo dueño de la anhelada mujer.

   Herido en lo más honde de su ser quedó un mozo de estas cercanías.

   No vivía; vagaba como un loco por el valle, y su pensamiento estaba tan lejos de la tierra, que tan indiferentes le eran los escarnios de los muchachos como las palabras compasivas de las mujeres.

   Así pasaron algunos meses; alegre don Diego y desesperado el mozo, cuando, cierto día, llegó éste al castillo, subió hasta la torre, burlando la vigilancia de los servidores. Con los pies descalzos corría por las habitaciones, sin producir ruido, buscando al miserable D. Diego.

   Por fin le halló en el mismo aposento y en la misma posición que cuando vio por primera vez á la robada doncella. El loco, se aproximó silencioso, y con agilidad y fuerza sobrehumanas, se lanzó sobre él, sujetó el cuerpo de D. Diego contra la piedra del alféizar de la ventana y le hundió una y otra vez, un puñal en la garganta.

   Los caminantes que pasaron por las inmediaciones del castillo, se estremecieron al percibir un ronco gemido, estertor de la muerte, y se horrorizaron cuando al fijarse en la ventana, vieron á D. Diego colgando medio cuerpo hacia afuera, convulso y bañado el rostro por la sangre que manaba de horribles heridas.

   Calló el anciano, y después de un corto silencio me despedí.

   ¿Será cierta la historia del viejo ó será pura fantasía?

   No lo sé. Pero esa torre, hoy despoblada, se halla cubierta de flotantes pabellones de plantas trepadoras, y del alféizar de una de las ventanas, bajan negros rieles estampados en la piedra.

   ¿De qué proceden esas señales? Tampoco lo sé. Quizás sean rastros de las lluvias, pero ¿no podrían ser también producidos por la sangre vertida por D. Diego de los Monteros?

Vista aérea del castillo y del hotel al que está unido (Google Maps)

Catálogo de protección arqueológica, ps. 325 y 327. Ayuntamiento de Málaga, 2009.

Documentos sobre la defensa de la costa del Reino de Granada: (1497-1857), p. 340.

Las epidemias de Málaga, ps. 44 y 45. Narciso DÍAZ DE ESCOVAR. Málaga, 1903.

La Revista Española, 5-11-1833, p. 4.

Memoria descriptiva militar sobre la topografía, defensa y observación marítima de la costa del Reyno de Granada. José Herrera García. 1857

Málaga en nuestros dias, ps. 219 y 220. José María PADRÓN RUIZ. Málaga, 1896.

Periódico ABC, 15-8-1936, p. 12.

Sangre y fuego: Málaga, p. 150. Ángel GOLLONET MEGÍAS, José MORALES LÓPEZ. Granada, 1937.

Memoria: de su labor desde la gloriosa liberación de la ciudad, el dia 8 de febrero de 1937, hasta el 30 de septiembre de 1939, p. 129. Ayuntamiento de Málaga, 1939.

Boletín Oficial del Estado,18-12-1938, p. 3022

Periódico La Vanguardia, 2-5-1956, p. 3.

https://castillodesantacatalina.es/

https://curiososincompletos.wordpress.com/2011/08/20/castillo-de-santa-catalina-malaga-desconocida/

Grupo de Historia de Málaga en Facebook:    https://www.facebook.com/groups/historiaMalaga

Curiosidades malagueñas: colección de tradiciones, biografías, leyendas, narraciones, efemérides, etc. que compendiaran, en forma de artículos separados, la historia de Málaga y su provincia, p. 229. Narciso DÍAZ DE ESCOVAR. Málaga, 1898.

Efemérides de Málaga y su provincia. p. 519. Narciso DÍAZ DE ESCOVAR y Joaquín DÍAZ SERRANO. Malaga 1915.

Periódico La Libertad (Tortosa), 18-10-1902, p.3

Periódico La Unión Ilustrada, 23-3-1913, ps. 9 y 10

Foto aérea: Google Maps

Algunas de las fotos son tomadas de Ignacio Krauel Barrionuevo, del grupo de Facebook Historia de Málaga.

Soldado Malagueño

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