Hay noticias que en el lugar donde se alzó el castillo o fuerte hubo primero una estancia militar de vigilancia de la playa.
Efectivamente, en la visita de inspección que en 1571 realizó Antonio de Berrio, informa que en la llamada Caleta del Marqués había una estancia con dos guardas pagados por la ciudad de Málaga. Esto nos indica que debía ser una zona de especial vigilancia debido a posibles desembarcos enemigos.
No he encontrado más noticias sobre esta fortificación hasta el siglo XVIII, cuando la documentación manejada me informa de que en la misma zona existía un castillo, fuerte o batería -depende de quien lo trate- construido durante el reinado de Carlos III, en un principio como lazareto donde confinar a los marineros sospechosos de contagios, hasta que en 1776 y a iniciativa de la ciudad de Málaga, se acometieron obras de reforma por un valor de 4896 reales, poniéndole algunas piezas de artillería, probablemente de a 24.
En 1801, el gobernador militar ordenó habilitarlo para acoger un destacamento de caballería, aunque poco a poco dejó de ser operativo para la artillería y también para usarlo para custodiar presos
En la visita que realizó Felipe de Paz en 1803, este informó que se trataba de un fuerte en buen estado y con casi todos sus edificios nuevos, que disponía de ocho cañones de a 24 para la defensa del fondeadero exterior y del camino a Vélez Málaga, además de contar con parrilla para enrojecer balas.
Debía de estar en buenas condiciones de conservación, aunque en enero de 1821, en el informe realizado por Juan Pérez, se recomendaba realizar algunas obras de restauración, obras que se presupuestaron en algo más de cinco mil doscientos reales.
En el informe redactado por Mauricio Rodríguez de Berlanga en 1830, aconseja que aunque estaba en buen estado, sería conveniente que se le realicen algunas reparaciones y viendo que solo contaba con un cañón de doce libras orientado a levante, informó que tenía capacidad capacidad para montar ocho cañones de gran calibre en tiempo de guerra, pudiendo quedarse en cuatro en época de paz.
Por lo que a la guarnición se refiere, al observar que solo contaba con un sargento de artillería y dos soldados de infantería, aconseja que ese número en tiempo de paz debería ser de un sargento, ocho soldados de infantería y dos artilleros y en época de guerra aumentarlo a un oficial, doce soldados de infantería y tres de artillería y dotarlo con ocho soldados de caballería para patrullar la costa.
En una visita de inspección realizada veinte años después, en 1849, por Miguel de Santillana, este pone de manifiesto que lo considera apto para acoger hasta cuarenta soldados de infantería y artillería, a los que añadir otros veinte de caballería, viéndole también capacidad para almacenar veinte quintales -diez mil kilos- de pólvora.
Lo veía pequeño, por lo cual consideraba oportuno que se ampliase y dotarle de mayor capacidad de fuego por el lado de levante, así como elevar la altura de los edificios que cerraban la gola para desenfilarlo de las alturas que tenía por el norte.
En 1851 se en encontraba sin artillería, al igual que otras baterías de la ciudad.
La mejor descripción que tenemos de el es la que en 1857 hizo José Herrera García. Por ella sabemos que se hallaba situado a 110 varas de la orilla del mar era de forma rectangular, con 55 x 35 varas de lados. También nos informa que en esa época era capaz de montar ocho piezas de artillería de grueso calibre y que cruzaba sus fuegos con los del castillo de Santa Catalina al este y con los de las baterías del llamado Muelle Viejo de Málaga por el oeste.
Su construcción consiste en una barbeta en línea recta de cincuenta y cinco varas por el lado que mira al mar y en el ángulo que forma ese muro con el de poniente se hallaba colocada una garita.
Los edificios interiores se hallan colocados junto a las paredes sur y oeste, consistiendo estos en uno para el comandante, otro para el repuesto de pólvora, otro para el sargento de los artilleros, una cuadra con capacidad para veinte caballos, dos cuartos para los artilleros, una cuadra para la tropa, dos pequeños cuartos, más, una cocina y otro para el común.
Se hallaba a mil varas del castillo de Santa Catalina. A pesar de ser un buen fuerte, tenía tres defectos: que solo tenía, en ese momento, una y media varas de altura respecto al exterior, que se hallaba dominado por los cerros del norte y que podía ser asaltado por el sur, por el mar.
Aconsejaba demolerlo y reemplazarlo por una batería casamata.
Después de esto último, no he encontrado más información sobre él, ni siquiera he encontrado datos sobre cuando fue demolido ni anécdotas ocurridas en el o que lo tengan como protagonista, lo cual espero encontrar habida cuenta la cantidad de archivos y de documentación que me falta por estudiar.
Tan solo he encontrado una que tiene al castillo como convidado de piedra, pues no es
protagonista y es la que cuenta que de 1832 fueron ajusticiados con garrote
frente a la calle del Puente, en el río Guadalmedina, en Málaga capital, los
liberales José Mateos y Juan José Rumí, catedrático del colegio de Santiago de
Granada, y junto con ellos también lo fue Antonio Román Álvarez, aunque este
por motivos diferentes.
Los liberales tuvieron un entierro, llamémosle normal, no así el tercero que resulta que por no haber muerto en el seno de la fe católica, se le negó el entierro en campo santo, siendo conducido su cadáver a la playa, cerca del castillo de San Carlos, donde fue enterrado.
Soldado Malagueño
Málaga - 2020
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