SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


sábado, 10 de octubre de 2020

BRIGADIER FRANCISCO DE PAULA CASASOLA CUÉLLAR. 1789-1839.

   Vio por primera vez la luz en la señorial ciudad de Antequera, provincia de Málaga, un seis de octubre de 1789. Hijo de Diego Vicente Casasola Benjumea y de Dionisia de Cuéllar y Veladiez, primeros marqueses de Fuente de Piedra y vizcondes de Vistahermosa. Era su padre comandante de voluntarios realistas y regidor perpetua de Antequera.

   Ingresó como caballero de la Real Maestranza de Caballería de Ronda a la par que su padre, el trece de abril de 1793.

   

   El dieciséis de octubre de 1805 ingresa en clase de cadete en el primer batallón de las Reales Guardias Españolas, donde estuvo formándose y estudiando diferentes materias, tales como álgebra, aritmética, geometría, trigonometría rectilínea y esférica, etc., permaneciendo en esta situación hasta que el ocho de febrero de 1809 asciende a alférez de fusileros y con ese empleo es destinado al Ejército del Centro, hallándose en la retirada de Valdepeñas a Despeñaperros del veintisiete de marzo.

   Mes y medio después de este suceso, el diez de mayo asciende a alférez de granaderos y el cinco de julio a teniente de fusileros y con este empleo pasa a servir a las órdenes del general Francisco Javier Venegas, hallándose el once de agosto en la Batalla de Almonacid , donde se distinguió cuando durante la retirada del segundo batallón de Reales Guardias, que ocupaba unas posiciones fuera del pueblo, defendió dicha retirada con una partida de cien hombres del mismo contra una fuerza enemiga muy superior, deteniéndolos durante un buen rato dando tiempos al resto a replegarse. En esta acción se produjeron bastantes bajas entre esos cien hombres, entre muertos y heridos. Por su capacidad y resistencia ante el enemigo, se le ascendió el siguiente trece de septiembre a segundo teniente de granaderos, con cuyo empleo asistió a la catastrófica Batalla de Ocaña del diecinueve de noviembre.

   Tras la catástrofe de Ocaña, fue replegado a la ciudad de Cádiz, donde el doce de marzo de 1810 fue ascendido a primer teniente de fusileros y el siguiente seis de agosto a primer teniente de cazadores.

   El veintiuno de agosto de 1810, formó parte de las tropas que fueron a la expedición a Moguer, Huelva, con el general Luis Lacy y al siguiente año, los días tres y cuatro de marzo, se halló en la defensa de Sancti Petri, donde tras batirse valientemente, fue hecho prisionero junto a otros por los franceses y recluidos en el castillo de Jerez de la Frontera, de donde diecisiete días después consiguió burlar a la guardia que los custodiaba y a los centinelas del castillo, logrando escabullirse por las calles y escaparse, volviendo a Cádiz y reincorporándose a las líneas de defensa del lugar, siendo ascendido a primer teniente de granaderos el siguiente dieciocho de noviembre.

   Viéndose burlados, los franceses corrieron la especie de que era un hombre sin honor, pues decían que había jurado no escapar y a pesar de su juramento huyó, lo que fue después desmentido por el brigadier Lorenzo Jiménez de Cenarbe, compañero de cautiverio.

    No parece que tras estos acontecimientos se hallara en más hechos bélicos, pues la siguiente noticia que de él tenemos es ya del diez de abril de 1815, día en el que recibe el grado de coronel, por lo que es posible que se hubiera hallado en alguna otra acción más desde el dieciocho de noviembre de 1811 hasta la última fecha citada.

El quince de marzo de 1818, es recibido como socio de la Real sociedad económica de amigos del País de la villa de Castro el Río, Córdoba.

En abril de 1819, es recibido como caballero de la orden de Alcántara.

   Continuó prestando su servicio y la siguiente noticia que tenemos es que era un totalmente contrario a la Constitución de 1812 y consecuente con ello, en mayo de 1820 formó parte de una junta conspirativa cuyo objetivo era impedir que Fernando VII jurara la Constitución en el Congreso y el restablecimiento del absolutismo.

   Dos años después, el treinta de junio de 1822, acudió junto con su compañía a posicionarse junto al palacio real, permaneciendo en dicho puesto hasta que el cinco de julio entró en palacio protegiendo a la real familia.

   El siete de julio, fue Madrid escenario de trágicos sucesos protagonizados por la Guardia Real, que espoleada por Fernando VII intentó asaltar el Ayuntamiento para descabezar al poder legal, derogar la Constitución de 1812 e implantar por la fuerza el absolutismo.

   Ante este ataque a la legalidad se opuso con firmeza la Milicia Nacional, que tuvo el triste saldó de tres milicianos muertos y cuarenta heridos. La Guardia Real tuvo catorce muertos, no habiendo noticias de los heridos que tuvo.

   Ante estos sucesos, se le ordenó a Casasola salir de allí con su compañía e incorporarse al batallón en Vicálvaro, de donde pasó a la plaza de Tarancón, donde el regimiento fue disuelto y Casasola, temiendo ser hecho prisionero, salió de Madrid y huyó  Gibraltar, donde entró en contacto con el general Pedro Grimarest y Oller, quien también había huido, aunque este lo hizo de Sevilla, donde había sido arrestado y recluido en prisión, aunque logró escapar.

   Juntos pasaron a Francia, donde se pusieron a las órdenes del Francisco de Eguía y López de Letona, quien también había huido a Francia al no aceptar la Constitución de 1812.

   Desde allí promovieron el envío de medios para las guerrillas que apoyaban al absolutismo, pasando después a las órdenes del teniente general barón de Eroles a España e instalándose la Junta Provisional en Oyarzun, hasta que posteriormente entraron en España el duque de Angulema y la los llamados Cien Mil Hijos de San Luis, que repusieron en el trono el absolutismo.

   Antes de esto, el general Carlos O´Donnel y Anethán le nombró capitán de cazadores en el batallón de Guardias que formó en San Jean Pied du Port.

   Tras estos acontecimientos, el veinte de marzo de 1823 obtiene patente de coronel efectivo y el siguiente doce de mayo asciende a brigadier de infantería, pasando a ser ayudante general de la Junta Provisional de Gobierno, tras lo cual se incorporó a su batallón en Tarifa (1)  

   El veintiocho de junio de 1826 es nombrado académico de honor de la Real Academia de San Fernando. Quizás ayudase a su nombramiento como académico a que a primeros de enero de 1823, conoció en Francia a Antonio Gómez Calderón, académico y consiliario de esa Real Academia.

   Desgraciadamente para él, todos estos acontecimiento tuvieron malas consecuencias, pues con el desbarajuste de la situación quedó con los empleos referidos pero sin destino ni colocación y en clase de  excedente y con sueldo de teniente primero, a añadir los gastos que tuvo durante su exilio en Francia y el embargo de bienes que sufrió tras los hechos de julio de 1822, por lo que tuvo que ir enviando carta tras carta solicitando su sueldo real o un puesto análogo, como la plaza que solicitó en diciembre de 1825 de Gentil Hombre de cámara del infante Carlos Luis o la plaza que solicitó en octubre de 1826 de fiscal militar del Consejo Supremo de la Guerra.  

   El veintidós de julio de 1826, le fue impuesta la cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

   El veintidós de junio de 1828 se incorporó como comandante a la tercera brigada de Voluntarios Realistas de Castilla la Nueva, en la provincia de Cuenca, que mandó hasta la disolución de esta en octubre de 1833, tras la muerte del tirano.

   En septiembre de 1830, fue uno de los caballeros designados por la Real Maestranza de Ronda para presentar las congratulaciones de esta institución nobiliaria al rey y la reina por el nacimiento de quien sería  Isabel II.

   Falleció en su casa-palacio de Fuente de Piedra el veintisiete de septiembre de 1839, de una apoplejía fulminante, habiendo otorgado testamento militar antes de morir ante su hermano José María y su cuñado Rafael Antonio Prado y de este testamento hablaremos luego.

   El siguiente día veintiocho se le hicieron las exequias en la iglesia del antiguo convento de Santo Domingo, de la que era patrono.

   Era también vizconde de Vistahermosa y miembro de la Sociedad de Labradores de Castro del Río y estaba en posesión de varias cruces de distinción.

   Bien, ahora vamos con la historia del testamento militar.

   Como he dicho, Casasola falleció en su casa de Fuente de Piedra de una apoplejía fulminante, hallándose presente su hermano José María, quien avisó a sus dos hermanos Diego y Agustina, viniendo en representación de esta su marido Rafael Antonio Prados, los cuales cuando llegaron solo encontraron un cadáver frío.

   Reunidos, se las apañaron para que el secretario del Ayuntamiento expidiese el correspondiente certificado de defunción, actuado como testigos el cura ecónomo y tres individuos más, quienes aseguraron que habían estado presentes  cuando falleció y oyeron decirle que tenía hecho un testamento militar que se hallaba en su casa entre sus papeles y que de ello tenían conocimiento sus hermanos.

   Cuatro días después del óbito, los dos hermanos y el cuñado presentaron un escrito acompañando al testamento militar, solicitando que fuera elevado a instrumento público, lo que se hizo previas declaraciones del cura ecónomo el secretario del Ayuntamiento y los otros tres testigos firmantes, quienes aseguraron ser cierto la existencia de tal testamento.

   Antes de eso, el día dos de octubre, el comandante militar de Antequera notificó al capitán general de Granada la muerte sin testar de Casasola, de lo que tenía conocimiento por una nota que le pasó Rafael Prado, el cuñado de Casasola. Pero cuando se presentó la autoridad para custodiar el inventario de los bienes, los hermanos presentaron el testamento, por lo que se suspendió el inventario.

   De mod que los hermanos fueron quienes realizaron el inventario, tasación y repartición de los bienes, presentando el resultado en una escritura de fecha diecinueve de diciembre de 1840, por la cual Casasola dejaba por herederos a sus hermanos, pero con la orden de que "...la mitad libre de bienes de todos sus mayorazgos se entregase al primogénito D. José para cierto fideicomiso o encargo secreto y excluían expresamente los bienes de dicha mitad por no ser divisibles entre ellos..."

   El fideicomiso era de un valor  de treinta y seis duros, que como vemos se lo quedó José María. El resto se dividió a partes iguales a razón de cuatro mil duros cada hermano.

 

Palacio de los marqueses de Fuete de Piedra, obra de finales del siglo XVIII, de estilo neoclásico e inspiración herreriana, hoy, por desgracia, desaparecido.

   Todo estuvo muy bien y el tiempo transcurrió en paz y armonía entre los hermanos, pero esta situación se quebró al fallecer José María once años después, siendo sus albaceas y testamentarios su hermano Diego y su cuñado Rafael, quienes empezaron a mover papeles y documentos, los cuales les empezaron a crear serias dudas sobre el fideicomiso, de manera que habiéndose enterado el cura ecónomo, el secretario del Ayuntamiento y los otros tres testigos firmantes, en 1850 acudieron al capitán general de Granada, al que declararon que dicho testamento era más falso que Judas y que habían firmado persuadidos por José María en la idea de que había que evitar la intervención de la justicia y que tranquilos, que nadie saldría perjudicado, que aquí están mi hermano y mi cuñado y no hay problema, pero ellos, atendiendo a su conciencia acudieron a esa superior autoridad a retractarse de sus declaraciones de 1839.

   Ante la acusación que se hizo que el testamento lo había redactado el cuñado, éste negó tal cosa.

   Ante estos hechos se inició un pleito entre los hermanos y la viuda e hijos de José María, pidiendo aquellos que se declarase falso el testamento, que se reconociera que Casasola había muerto ab intestato y exigían que se realizara un nuevo reparto de los bienes del difunto brigadier a partes iguales, alegando para ello que si el testamento se había hecho como se exponía y si lo habían elevado a instrumento público fue por el error de creerlo verdadero. Un follón, vaya.

   Tras el pleito, el juez inferior tomó en consideración la acción de los demandantes, los hermanos de Casasola, declarando falsa la disposición testamentaria y lo que se hizo después, pero elevado el caso por la viuda  al Tribunal de Guerra y Marina, este revocó el fallo del juez inferior, declarando válido el testamento.

   La defensa de la viuda mantenía que si un militar tenía la facultad de manifestar su última voluntad a cualquier persona confiando en su honradez en llevar a la práctico lo dispuesto, lo podía hacer por el fuero militar y si encima este documento se presentaba ante un escribano o un juez -como se presentó ante el secretario del Ayuntamiento-, pues ya tenía todo el valor legal necesario. La viuda, lógicamente, tenía copia de dicho testamento.

   Seguía la defensa de la viuda con que el problema era que los que supuestamente urdieron la trama, los hermanos y el cuñado, comprendieron que ese testamento perjudicaba sus intereses, dado que adjudicaba la mayor parte de la herencia a José María, por lo del fideicomiso, y adujeron que no se iban a dejar embaucar si salían perjudicaron, de modo que con la retractación lo que hacían era salir en la defensa de sus intereses, por lo que resultaba sospechoso y de poco peso su declaración.

   Así mismo, decían los abogados de la viuda que no se le podía dar importancia ni al parte dado por el comandante de armas de Antequera, ni a lo apreciado por los calígrafos sobre la autenticidad de las firmas catorce años después de quienes declararon que Casasola falleció sin testar y también argüían que en el documento que acompañaba al testamento, los hermanos se obligaban a darlo por válido y auténtico y que por ello renunciaban a lo que pudiera alegarse en el futuro.

   Ante esto, los abogados de los hermanos, para demostrar que la escritura era nula, dijeron que los hermanos la otorgaron por error, lo que el defensor de la viuda rebatió diciendo que no podía haber error al otorgar la escritura en 1840 si las pruebas y las retractaciones conducía a creer que sabían perfectamente que no era válida, que era falsa.

   Al final, no sé cómo, los abogados de los hermanos consiguieron, basándose en pruebas y hechos, convencer al jurado que el testamento era falso y que la escritura se otorgó por error y en sentencia de revista el tribunal falló en discordia el pleito, supliendo y enmendado la de vista y confirmando el auto que en su día declaró nulo el testamento y la escritura el juez inferior.

   Un show, vaya.

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 (1) Desconozco a que batallón se refiere. Es posible que se refiera al mismo batallón de las Guardias Reales en el que estuviera en 1821 y que fue disuelto en Tarancón y que se rehabilitara tras el triunfo del absolutismo. No lo dice en el documento usado.

Soldado Malagueño

Málaga - 2020

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