Nació en la ciudad de Málaga a las cinco de la mañana del cinco de agosto de 1769, siendo bautizado en mismo día en la iglesia del Sagrario de la catedral de Málaga. Fueron sus padres Juan Felipe Echeverri Vargas y Isabel Chacón Manrique de Lara y Messía, condes de Villalcázar de Sirga.
Ingresó en el Real Seminario de Nobles de
Madrid, aunque desconozco la fecha exacta. Lo que sí sé, es que ingresó como
cadete menor de edad en el regimiento de Reales Guardias Españolas, siemdo
nombrado cadete con antigüedad el cinco de agosto de 1785, permaneciendo en esa
situación hasta el siguiente dieciséis de mayo de 1793, que ascendió a
subteniente de fusileros.
Con este empleo, y habiendo empezado ya la
Guerra del Rosellón, fue destinado a servir a las órdenes del capitán general
del Ejército de Aragón, Pablo de Sangro y Merode, príncipe de Castelfranco,
asistiendo a la entrada al valle de Arán, pasando el veintiocho de junio a
continuar prestando sus servicios en el ejército del Rosellón, donde el
siguiente diecisiete de julio se halló en el ataque a Perpiñán y el veintidós
de septiembre en la batalla de Truillas.
Así mismo, estuvo en la defensa de las
alturas de Boulou a primeros de octubre, en la toma de las baterías de Banyuls
y Treserres y guarneciendo el reducto de Pla del Rey. Por sus méritos ascendió
a alférez de granaderos el treinta de diciembre.
Continuó demostrando sus capacidades y ánimo
en cuantos encuentros mantuvo con el enemigo, pero el primero de mayo de 1794
fue hecho prisionero y enviado a Francia, donde permaneció recluido hasta que
terminó la guerra. A su regreso, en primero de mayo de 1794 es ascendido a
segundo teniente y el once de mayo de 1795 fue promocionado a primer teniente, siendo
posteriormente destinado a continuar su mérito en el acantonamiento de Mallorca
de donde pasó a servir en la guerra con Portugal en 1801.
Tras la reforma de los regimientos de
Guardias Españolas fue nombrado teniente el primero de mayo de 1803.
Cuando los franceses invadieron España,
Echeverri fue destinado en junio a Valencia, pasando a la defensa del
desfiladero de las Cabrillas. Una vez allí, el mariscal Pedro Adorno le puso al
mando de un destacamento de ciento cincuenta guardias y junto a otros ciento
cincuenta les situó en el puente de Contreras, un puente de madera que
previamente había sido inutilizado.
Las operaciones que se llevaron a cabo en
esa jornada fueron un completo desastre por la mala planificación de la
defensa, logrando romper los franceses la línea defensiva española por el puente
del Pajazo, pues cerca de él había un vado cercano y fácil de cruzar, lo que
aprovecharon y derrotaron a los españoles, poniéndolos en fuga.
Las tropas que lograron salvarse- entre
ellos Echeverri-, se unieron a la división del general González Llamas, las
cuales se dedicaron a hostigar y dañar a los franceses en su avance hacia
Valencia.
El veintiuno de junio de 1808 obtuvo su
patente de capitán.
Tras estos sucesos, se halló en la campaña
del Ebro, hallándose en la batalla de Tudela del veintitrés de noviembre y en
la retirada a Cuenca, pasando luego a hallarse presente en la acción de Ciudad
Real del veintisiete de marzo de 1809, tras la que pasó a Valdepeñas, desde
donde se organizó la retirada hacia Despeñaperros.
Pero la guerra continúa y así, el once agosto,
combatiendo bajo las órdenes del general Villegas, se halló en la batalla de Almonacid y el siguiente
diecinueve de noviembre en la de Ocaña, ambas saldadas con desastrosas derrotas
españolas.
La batalla de Ocaña abrió a los franceses
las puertas de Andalucía, entrando como un vendaval y arrasándolo todo a su
paso. En estas, Echeverri fue puesto al mando del segundo batallón de Guardias
por el duque de Alburquerque y marchó con él a Cádiz, donde el veinticuatro de
agosto de 1810 fue nombrado teniente de rey interino de esa plaza.
Durante su estancia en Cádiz, tomó parte
activa en su defensa, cubriendo con su batallón el puente de Sancti Petri y la
entrada en la ciudad de las tropas que venían de la batalla de Chiclana del
cinco de marzo de 1811.
Así mismo, se halló en la expedición mandada
por el general Joaquín Blake y Joyes al condado de Niebla y en el asalto a su
castillo y en la batalla de la Albuera del dieciséis de mayo.
El veintitrés de junio ascendió a brigadier.
Tras estos acontecimientos, marchó de nuevo
junto al general Blake a Granada, embarcando en Cádiz y desembarcando en
Almería el treinta y uno de julio, marchando Blake a Valencia el siete de agosto
y quedando Echeverri bajo las órdenes del general José O´Donnell, quien dirigió
las operaciones contra los franceses el siguiente día nueve -otras fuentes hablan
del once- en Zújar, saldándose el enfrentamiento en una nueva derrota de los
españoles, con cuatrocientos treinta y tres bajas entre muertos y heridos y mil
cien prisioneros y extraviados.
Afortunadamente, los franceses, temiendo ser
sorprendidos por Ambrosio de la Cuadra, enviaron a toda su caballería y a la
brigada del general Rignoux a prevenir un posible ataque, no aprovechó la
victoria y mandó al resto de los hombres a cubrir Cúllar y Baza.
En
fin, tras estos sucesos, nuestro hombre fue destinado al 6º ejército.
Ya en 1812, pasa a Cádiz y esperando
embarcar con destino a Galicia, el ocho de febrero se le destina a la Isla de
Cuba, donde el dieciocho de diciembre obtiene el empleo de teniente de rey de
la plaza de La Habana y el de segundo cabo e inspector general de las tropas de
Cuba el siguiente cinco de febrero de 1813.
El dieciocho de octubre de 1814 promociona
al empleo de mariscal y el catorce de julio de 1815 cesa como teniente de rey
de La Habana, aunque continúa como inspector general de las tropas cubanas.
El dieciséis de abril del año siguiente
condujo un destacamento formado por un capitán, dos tenientes, dos
subtenientes, cinco sargentos, un corneta, un tambor, diez cabos y cien
soldados del regimiento Voluntarios de Tarragona desde La Habana a Pensacola
para desalojar a los estadounidenses, que habían entrado ilegalmente en la
Florida.
Efectivamente, el general Andrew Jackson
había mandado informes a Washington en los que afirmaba que los españoles estaban
suministrando armas a los indios, y aunque los españoles enviaron emisarios
para notificar que eso era falso y que lo único que había en Pensacola eran
mujeres y niños, el siete de mayo partió Jackson con fuerzas a su mando hacia
Pensacola, a la que llegó el siguiente día veinticuatro, encontrándola
desierta, pues los españoles se habían retirado al llamado Fuerte Barrancas.
Jackson, sin pérdida de tiempo, se dirigió
al fuerte, y tras mantener un enfrentamiento artillero con los defensores del
Fuerte Barrancas, logró el siguiente día veintiocho la capitulación de este,
tras lo cual pasó a ocupar Pensacola.
La
expedición regresó a La Habana el siguiente ocho de julio, aunque tras las
negociaciones habidas con los Estados Unidos, a primeros de febrero de 1819
salió Echeverri de La Habana al frente de un contingente de casi mil hombres para tomar posesión de
Pensacola y de San Agustín de la Florida,
pues habían sido restituidas a España.
En cualquier caso, España tenía claro tras
esas negociaciones que los Estados Unidos no pararía hasta hacerse con Florida
y antes que evitar una guerra que sabía que no podía ganar, acabó por vender
esa provincia a ese país en 1821.
Entre el dieciséis de octubre y el dos de
diciembre de 1816, ejerció las funciones cabo subalterno de La Habana por
enfermedad de su propietario, el teniente general José Cienfuegos, cargo que
volvió a ocupar desde el veintidós de julio hasta el veintiséis de octubre de
1820, también por enfermedad de su propietario, el teniente general Juan Manuel
Cagigal.
Cesó en el cargo de Capitán General y
Gobernador de Cuba el 20 de abril de 1819 y el veinticinco de julio de 1820 obtuvo el
nombramiento como capitán general de la provincia de Yucatán, donde en 1821 se
tuvo que enfrentar al dilema de si actuaba ante la adhesión a la independencia de
México de esta provincia de manera militar o pacífica, optó por la segunda.
Esto lo hizo con objeto de que los yucatecos decidiesen de forma pacífica sobre
su futuro.
Así pues, convocó a la Diputación provincial
y al Ayuntamiento de Mérida, a los que manifestó el peligro en el que se vería
la provincia si se veía abocada a la guerra, por lo tanto sometía a decisión de
los concurrentes el futuro de Yucatán. Los presentes manifestaron sus ansias de
independencia, por lo cual solicitaron se convocase un junta en la que se
dieran cita las autoridades civiles, militares y eclesiásticas.
Dicha junta se reunió el quince de
septiembre y aparte de los mencionados, asistieron también diputados de la
provincia, alcaldes, regidores, síndicos el juez de letras, los empleados
superiores de hacienda, el obispo, los canónigos, los cinco curas de la ciudad
el tesorero de Cruzada, los militares residentes en la ciudad, miembros de los
partidos liberal, constitucionalista de 1820 y rutineros, acompañado todo de un
numeroso público ávido de noticias.
Fue una reunión tranquila, sin reproches ni
acusaciones contra España, primando el bien público y el interés general.
En
ella, Echeverri declaró que por el bien del pueblo y de la provincia se sometía
al veredicto de la reunión, tras lo cual se declaró la independencia de la
provincia, a lo cual nadie se opuso y aunque Echeverri y Mariano Carrillo eran
firmes partidarios de permanecer fieles a España, se plegaron a la decisión de
la Junta, tras o cual se acordaron una serie de puntos para conducir la nueva
situación y quienes serían los comisionados que irían a México a poner en
conocimiento de Iturbide y O´Donoju los acuerdos tomados.
Tras la reunión, Echeverri anunció su renuncia
al cargo para facilitar una transición pacífica y ordenada, pero no se la
aceptaron, pues tenían los concurrentes a la Junta pena confianza en él y le
pidieron que continuara en el empleo hasta que se formara el gobierno
independiente y se nombrara nuevo jefe político y capitán general de Yucatán.
A pesar de tantas buenas intenciones, pronto
surgieron incidentes provocados por independentistas exaltados, algunos de los
cuales pusieron en el punto de mira a Echeverri a pesar de que este había
permanecido en el cargo para que todo permaneciera tranquilo hasta que se
estableciese en México el gobierno provisional, pero en vista de la delicada
situación, el veintiséis de octubre renunció al gobierno presentando su
dimisión, que no le fue admitida, en la espera de lo que Fernando VII
manifestara respecto del Plan de Iguala y los tratados de Córdoba, ante lo cual
Echeverri consintió en permanecer en el cargo tras llevarse a cabo algunas
cuestiones relativas a la restitución de la situación del quince de septiembre.
Pero como la situación continuaba muy
alterada y hubo nuevos intentos de saltarse lo acordado, Echeverri volvió a
renunciar, alegando que
"...habiendo
jurado conservar la integridad de la monarquía cuando se posesionó de sus empleos, no
podía continuar en ellos, si faltar á su juramento y sin quedar por lo mismo
comprometido su honor, mandando una provincia que por el voto general de sus
habitantes se había declarado independiente..."
a lo que la
Diputación le replicó que también había jurado conservar la paz de la
provincia, por lo que le pedían que no dimitiera hasta que llegara su sucesor,
designado por México. Ante esto, retiró su dimisión y continuó al mando.
El dos de noviembre llegó a Yucatán la
noticia de que ya había sido enarbolada la bandera del ejército trigarante en
la ciudad de México, permaneciendo Echeverri en el cargo esperando a su
sucesor, pero ocurrió que el siguiente día cinco fue nombrado Juan José León
como jefe suprior político y capitán general de Yucatán, pero solo fue
reconocido por la ciudad de Campeche y pueblos de su alrededor, lo que al
saberse en Márido ocasionó el siguiente día ocho la reunión de la Diputación,
donde hubo sus más y sus menos, leyéndose entre otras cosas ¡de nuevo! una nota
de Echeverri presentando su dimisión y aunque se le insistió en que no la
retirara, manifestó que era firme e irrevocable.
Cuatro días más tarde, Echeverri abandonó
Yucatán, no sin antes habérsele solicitado por parte de los yucatecos que
jurase la independencia y siguiera al frente del gobierno, lo que no aceptó. Se
dirigió al puerto de Sisal donde embarcó junto a Mariano Carrillo y algunos
funcionarios que no quisieron aceptar la independencia.
Otras fuentes dicen que el veintidós de
noviembre de 1821, Echeverri reconoció el final de la presencia española en la
provincia.
Durante el corto espacio de tiempo que ocupó
el cargo, dejó una gratísima impresión entre sus gobernados, aun cuando
políticamente no fueran afines y así se pueden leer sobre él alabanzas tales
como que
"...poseía un talento despejado y una
educación esmerada. Se hallaba imbuido en los principios mas avanzados de la
escuela liberal española, y no carecía de la energía necesaria para ponerlos en
práctica, pasando sobre toda clase de obstáculos. Si la proclamación de la
independencia no hubiera hecho tan corto el período de su administración, acaso
habría llevado al cabo en la provincia todas las reformas que paulatinamente
iban decretando las Cortes. Pudo sin embargo ocuparse de aquellas que
demandaban imperiosamente la ilustración del siglo y las circunstancias
peculiares en que se hallaba la provincia."
Parece ser que falleció en su ciudad natal,
Málaga, el doce de julio de 1830.
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