Es en este ambiente revolucionario y
separatista en el que se iban a celebrar el día primero de abril de 1811 unas
elecciones para la formación del Congreso Nacional preparado por parte de la
Junta de Gobierno, algo totalmente ilegal y en contra el orden legal vigente,
situación a la que los miembros del partido realista, como es de comprender, se
oponían con fuerza, por lo que estos concertaron un golpe, tratando el tema con
Figueroa, al que incluso suministraron fondos para ello.
La tarde del treinta y uno de marzo se
sublevaron ciento treinta hombres del cuartel de San Pablo, a los que hubo que
someter por las armas, habiendo muertos y heridos: este hecho decidió a los
realistas a pasar a la acción, decidiendo actuar el siguiente día, el de la
votación.
Para ese día de votación, la Junta,
previendo la situación, ordenó que se guardase el orden y el Jefe de la plaza
situó a cincuenta dragones en la plaza del Consulado, donde se verificaría la
votación, pero los dragones exigieron que se presentara también la Compañía de
Figueroa, lo que dio lugar a que la gente afín al partido realista vitoreara al
de Estepona, quien como primera providencia ordenó que los dragones volvieran
al cuartel y desposeyeran del mando al Capitán que lo ostentaba y con gritos de
¡viva el Rey y muera la Junta! animaron al resto de la tropa allí acuartelada a
unirse a ellos, mientras se seguía proclamando a Figueroa como a su jefe.
Al llegar este al
cuartel, empezó a dar instrucciones y ordenó que se distribuyesen armas y
municiones, saliendo de inmediato hacia la plaza del Consulado, la cual se
hallaba desierta al haber huido la gente cuando se amotinaron los dragones.
De ahí pasó Figueroa con sus hombres a la
plaza de Armas, donde los dispuso y dirigiéndose al edificio donde se hallaba
el Tribunal de la Audiencia para explicar sus motivos, que no eran otros que la
defensa del orden legal y de la legitimidad del gobierno del Rey y que en esas
circunstancias pedía órdenes de quienes le representaban, respondiéndoles los
del Tribunal que lo consultarían con los miembros de la Junta.
En este punto, es necesario hacer notar que
Figueroa desconocía los planes últimos de la Junta, que eran subvertir el
status quo vigente y que el Secretario Martínez de Rozas le había llevado allí
engañado. Pecó un poco de ingenuo, lo que le costó caro.
Tras recibir la Junta la consulta, sus
miembros ordenaron al Jefe de la plaza, el Coronel Juan de Dios Vial, que
reforzara el cuartel de Artillería, pero cuando supieron que era Figueroa quien
se había apostado en la plaza, ordenaron que el Batallón de Granaderos al
completo y dos piezas de artillería se dirigiesen a la plaza de Armas.
Al ocupar sus posiciones la fuerza rebelde
de Vial, se inició un vivo tiroteo y la superioridad numérica y de armamento de
los de Vial obligó a los de Figueroa a retirarse en dirección al Mepocho y al cuartel de San
Pablo, resultando entre muertos y heridos más de veinte.
En esta retirada, Figueroa, tras comprender
cuan vilmente había sido engañado, pasó al convento de Santo Domingo, donde
pidió refugio, sabiendo que estaba perdido. Pocas horas después y tras una
delación, fue hecho prisionero y conducido a prisión.
Comprendieron los sediciosos
independentistas que si Figueroa no era muerto enseguida por temor a que la
situación y la aristocracia lo impidiera, se le hizo un rápido juicio injusto,
condenándosele por ¿traidor a la Patria? Juicio emanado de una autoridad
ilegítima que convertía su acto en un vil asesinato.
Como confesor, y aunque Figueroa solicitó a
uno determinado, la Junta le impuso a uno llamado Camilo Hernández,
independentista, con la idea de que este lograra arrancarle una confesión
inculpatoria y que delatase a los que con el habían participado. Vano intento,
pues Figueroa, como hombre de honor, se negó a ello.
A las cuatro menos cinco de la madrugada del
día dos de abril se dio cumplimiento a la orden de asesinato, el cual vino a
producirse en el mismo calabozo en el que estaba preso. Después, su cadáver fue
expuesto en la plaza, frente a la puerta de la cárcel y tras tan indigna y ruin
exhibición fue arrojado a la fosa de los reos comunes del cementerio de la Caridad.
El veinte de febrero de 1815, tras la
restauración de la legalidad y por orden del Presidente Mariano Osorio, su
cadáver fue recuperado y trasladado con todos los honores hasta la catedral de
Santiago, donde fue enterrado.
Fue un asesinato inútil, perpetrado por una
Junta malévola que arguyó la traición a la patria para cometerlo, cuando
Figueroa estaba, precisamente, defendiendo a la Patria, es decir, al orden
vigente legal.
El Hoplita Malacitano
Málaga 2016
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