SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


lunes, 26 de diciembre de 2022

HISTORIAS BREVES 7: ALISTAMIENTO DE UN ARTILLERO

    Nos encontramos en la ciudad de Orán, el ocho de febrero del año del Señor de 1749.

En una de sus calles, puede que en alguna taberna, Antonio Álvarez, natural de la ciudad de Málaga y de veinticuatro años, está en animada conversación con un cabo del ejército, el cual le está contando las maravillas de la vida del soldado y sus ventajas: paga mensual, ropa, armas, rancho, nuevos amigos, ...

Oh sí, la vida del soldado por supuesto que también tiene sus inconvenientes, como no, eso era innegable, pero las ventajas los superan y por eso le animaba con entusiasmo a que no se lo pensara más y que se presentara voluntario en el cuartel más próximo y se alistara, indicándole, quizás, que los de artillería estaban necesitados de gente, por lo que sería recibido con los brazos abiertos.

Excitado Antonio por estas palabras, dejó volar su imaginación y al poco se estaba viendo con la posibilidad de hacer carrera y ganarse la vida de una forma honrada y, además, en el noble ejercicio de la milicia, de donde han salido los bravos héroes españoles que habían conquistado medio mundo y habían llevado el nombre de España y de su santa religión hasta los confines más remotas. De modo que espoleado por su imaginación y por la perspectiva de un trabajo seguro, se decidió y junto con el cabo acudió a la oficina de enganche para presentarse como voluntario, donde le felicitaron por su decisión, tomándole nota de sus señas.

Ni que decir tiene que el cabo recibió una recompensa por haber conseguido un recluta.

Era Antonio un hombre moreno, de una estatura aproximada de un metro y sesenta y cuatro centímetros, de pelo negro, como su barba, la cual era cerrada. Sus ojos, de color pardo. Mostraba una cicatriz de herida en la mejilla derecha y su frente lucía un lunar, que no pasaba desapercibido.

Cuando firmara su contrato, lo haría por un mínimo de ocho años, al cabo de los cuales podía reengancharse o licenciarse, eso ya lo vería él cuando pasara el tiempo y viera si le cuadraba la vida militar, que ocho años son muchos años. En cuanto a la paga, se le daría una determinada cantidad de entrada más el vestuario y el armamento, todo según el uso de la compañía a que fuese destinado. Luego, tras pasar el periodo de entrenamiento, ya se discutiría el sueldo que finalmente percibiría.

Una vez tomada su filiación, pasó a manos de un médico para ser examinado su estado de salud, si tenía buena vista y si su constitución física era la óptima para ser un soldado, para decidir si es apto o no para el servicio de las armas.

Una vez superado el examen, fue conducido por un sargento o un cabo, que eso no lo explica claramente el documento usado para esta historia, a presencia del comandante, quien comprobó si sus señas y circunstancias se correspondían con la minuta que se le había enviado, preguntándole a continuación si estaba dispuesto a someterse a las ordenanzas que rigen la vida militar, si era un desertor, si estaba matriculado para el servicio en la marina, si había escapado de la cárcel y otras varias preguntas más, tras lo cual le puso al corriente de las consecuencias que tenían las deserciones, la insubordinación, el homicidio, el latrocinio y otros delitos mayores y menores.

Tras no hallar nada reprobable ni es su salud y estado físico ni en su pasado y aceptadas por Antonio las ordenanzas, el comandante le sentó minuta, estampando el ADMITIDO y su firma.

Una vez obtenida la admisión, pasó Antonio a casa del Ayudante, donde le fueron leídas las ordenanzas, advirtiéndosele que no podía pernoctar fuera del cuartel, la obligación de asistir a las revistas, de entrar en el rancho con sus compañeros, de no trabajar en su oficio, de no ser asistente de ningún oficial como criado, advirtiéndosele que si contravenía alguna de estas normas, se daría parte al comandante.

Una vez enterado de todo lo que tenía que saber, pasó a presencia del capitán de su compañía, quien le proporcionó el vestuario y el armamento, anotando su entrada y remitiéndolo nuevamente al ayudante, quien formalizó su filiación, tomando nota de cosas tales como si sabía leer y escribir, si había estudiado algo y en caso de ser afirmativo, qué estudió, si había servido anteriormente en algún otro cuerpo y con qué licencia salió de él, etc., y tras preguntarle si había recibido su vestuario y armas, certificó que el nuevo soldado quedaba satisfecho y bien informado, presentándole el papel para que lo firmara, devolviendo el ayudante al capitán la minuta, donde quedaba consignado que estaba asentado en el libro correspondiente.

Antonio ya era soldado del regimiento de Real Artillería de la plaza de Orán. Un nuevo horizonte se descubría ante él.

 De vuelta a la compañía, el capitán, y por cuenta de su masita, le proveyó de lo siguiente:

- de un par de botines de lienzo de resistencia, con sus charreteras de baqueta,

- una mochila de proporcionado tamaño con correa y hebilla grandes,

- una camisa, un par de calzones de lienzo, un par de botines y un par de zapatos para llevar en la mochila, para las contingencias de una marcha,

- tres pares de camisas, dos pares de zapatos, dos pares de botines un par de medias y dos pares de calzones.

Y con su equipo pasó a la armería, donde se le proporcionó lo necesario para su entrenamiento, el cual comenzaría en breve, junto con su nueva vida.

Soldado Malagueño

Málaga - 2022

lunes, 19 de diciembre de 2022

HISTORIAS BREVES 6: ANDRÉS CANTERO CALDERÓN. UN MUTILADO QUE PASÓ DE SOLDADO A TENIENTE CORONEL

    Natural de la ciudad de Málaga, vino a nacer el catorce de diciembre de 1867 y desde el dieciocho de noviembre de 1895 se hallaba prestando sus servicios militares en el ejército, pasando a prestar sus servicios en el batallón peninsular de Vergara Nº 8, el cual fue destinado a la Isla de Cuba.

   Su batallón se hallaba encuadrado en la columna del mando del teniente coronel Torras y junto a sus compañeros de armas, y por orden del general Suárez Inclán, se hallaba desde el día once de mayo de 1897 realizando una amplia batida por Lechuga, Loma Colorada, Soroa, Oleaga, Magama, Bocú y Rubí, enfrentándose a reducidos grupos de insurrectos, a los que atacaron, desalojaron y les hicieron cinco muertos, durando esta operación hasta el siguiente día catorce.

   Los siguientes días del diecisiete al veinte, se ordenó que el batallón se dividiera en varias columnas y se dispersaran por el interior de la sierra, topándose con los campamentos de los rebeldes Ducasi y Benítez, a los que arrollaron, apoderándose de sus campamentos y todo lo que dejaron allí los enemigos. Ese día tuvieron que lamentar tres heridos.

   Tras reorganizarse nuevamente, continuaron su avance, realizando labores de rastreo del enemigo, al que hallaron el siguiente día veinticinco por la sierra de las Ánimas y Bocú, a los que se atacó de inmediato, haciéndoles nueve muertos y apoderándose de unas cuantas armas, debiendo lamentar el batallón un muerto y diez heridos, entre los cuales se hallaba nuestro malagueño Andrés Calderón, el cual recibió un balazo en el muslo derecho, dejándole una herida bastante fea.

   Trasladado al hospital, se le operó, pero pasados dos días, la herida empezó a presentar gangrena gaseosa y el veintisiete no hubo más remedio que amputarle la pierna a la altura del muslo, por encima de la herida, quedando de esta manera Andrés lisiado y excluido del servicio militar, siendo propuesto para pasar a Inválidos.

   Su batallón, ni que decir tiene que continuó en campaña.

   Al regresar a España a bordo del barco Colón, Andrés cursó instancia para su ingreso en el Cuerpo y Cuartel de Inválidos, en la cual rogaba una mejora en la recompensa por los servicios prestados en la campaña cubana, a lo cual se accedió el veintitrés de junio de 1898 , concediéndosele una pensión mensual vitalicia de siete pesetas y cincuenta céntimos, que iría anexa a la anexa á la cruz de plata del Mérito Militar con distintivo rojo concedida el diecisiete de febrero de 1898, por las acciones sostenidas durante mayo de 1897 en la parte oriental de Pinar del Río y la línea militar de Ariel.

   No se desligó Andrés de la vida militar, pues sé que ascendió a sargento, aunque desconozco la fecha, y el treinta y uno de mayo de 1921 asciende a alférez del Cuerpo de Inválidos, percibiendo el siguiente veinte de julio la gratificación anual de efectividad, dotada de quinientas pesetas.

 

   El treinta y uno de marzo de 1924, asciende a teniente del Cuerpo de Inválidos, recibiendo el siguiente veinticuatro de junio una gratificación de mil pesetas por sus treinta años de servicios militares.

   El diecisiete de junio de 1926, es agraciado con la Cruz de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo.

   El doce de marzo de 1931 asciende a capitán y diez años después, el dieciocho de marzo de 1941, asciende a comandante, quedando prestando sus servicios en el mismo Cuerpo de Inválidos, alcanzando con los años el empleo de teniente coronel y estando ya jubilado y adscrito a la Comisión Inspectora Provincial de Mutilados de Guerra por la Patria de Málaga, el ocho de octubre de 1949 le alcanzó la muerte en esa plaza andaluza.

 Soldado Malagueño

Málaga - 2022

domingo, 11 de diciembre de 2022

HISTORIAS BREVES 5: CUANDO A TU COMPAÑERO SE LE DISPARA EL FUSIL Y TE DA A TI.

    Cuba, provincia de Pinar del Río, La candelaria.

   Amanece el día veinticuatro de octubre de 1896 cuando soldados de los regimientos de Mallorca que había desembarcado el anterior día veinte junto con media compañía de ingenieros, Zamora y Mérida, al mando del coronel Enrique Segura, acuden a sus posiciones en la altura conocida como Brazo Nogal ante el ataque que prevén van a llevar a cabo los rebeldes mandados por Antonio Maceo y del general Juan Rius Rivera, quienes han tomado posiciones en la Loma Caravaca, desde donde divisaban el campamento real.

   Sobre las nueve el coronel Segura da orden de que los hombres se pongan en movimiento hacia la meseta de Soroa a socorrer a los soldados de Zamora que estaban realizando obras de fortificación, que estaban sufriendo el intenso fuego a que fueron sometidos por los rebeldes.

   Pero previendo Maceo este movimiento, ordenó que los hombres de Vidal Ducasse atacaran de inmediato por el flanco a la columna española, la cual avanzaba en dos líneas, sufriendo la primera la mayor parte del ataque enemigo, aprovechando ese momento de incertidumbre Maceo para atacar a la segunda columna, provocando gran destrozo, ante lo cual el coronel Segura introdujo el segundo batallón con la idea de mantener las posiciones que tenían seguras, pasando el combate a un toma y daca, decidiendo Maceo pasar a la ofensiva sobre los hombres de Zamora, intentándolo en tres ocasiones, siendo rechazado las tres veces por los disciplinados soldados peninsulares, aunque en uno de los ataques, ¡ay!, lograron los insurrectos apoderarse de la bandera del Zamora.

   No obstante esto, los peninsulares lograron rechazar a los rebeldes hacia Miracielo.

   Con la caída de la noche se suspendieron los ataques, reanudándose nuevamente a la mañana siguiente, cuando los rebeldes volvieron a la carga intentando forzar el paso y el coronel Segura, adelantándose a los rebeldes, ordena pasar a la acción y abrir fuego sobre ellos.

   Durante el combate, Eduardo Mayor Palomo, natural de la ciudad de Málaga, soldado del regimiento de Mallorca, es herido de cierta importancia en las lomas de Soroa, pero no por fuego enemigo, no, sino porque a su compañero se le disparó accidentalmente el arma, impactando el proyectil en el antebrazo izquierdo, siguiendo la bala la trayectoria cara anterior del tercio inferior de entrada y salida por la cara posterior, con resultado de rotura del cúbito y del radio, debiendo ser inmediatamente evacuado del lugar y perdiéndose el resto del combate.

   En realidad no perdió mucho, pues tras mucho tira y afloja, los peninsulares batieron primero y persiguieron después al enemigo hasta el medio día, quedando dueños del campo y pudiéndose terminar las obras de fortificación que se estaban llevando a cabo, las cuales, una vez finalizadas, sirvieron de atrincheramiento a los soldados del Mallorca, aunque claro, sin nuestro Eduardo.

   El siguiente día veintiséis, el médico, apellidado Pedraza, le practicó una recesión en el cúbito y el radio, pero pasado el tiempo, se vio que se estaba desarrollando una osteítis necrótica, de modo que el siguiente diecisiete de febrero de 1897, se le practicó una recesión total de los huesos del carpo y de las cabezas del tercero y cuarto metacarpianos, a la vez que se limpiaba y raspaban los tejidos blandos.

   Tras pasar la convalecencia, al tiempo fue incluido entre los soldados propuestos para el retiro. Es decir, que se había quedado bastante fastidiado de ese brazo.

   Ante esta situación, y suponemos que aconsejado por amigos o familiares, solicitó le fuera concedida una pensión por inutilidad, la cual le fue concedida, pero la verdad es que el pobre la disfrutó poco, pues revisado su caso por el Consejo Supremo e Guerra y Marina, se determinó que no se hallaba comprendido en lo estipulado en el Real Decreto de once de agosto de 1875, de modo que el siete de diciembre de 1898 se ordenó que se le dejara de abonar esa pensión por inutilidad y que se le expidiera licencia absoluta.

   Así, quedaba Eduardo lisiado y licenciado.

   No sé qué edad tendría cuando fue a Cuba, aunque imagino -y es un juicio personal sin mucha base documental en que sustentarlo- que debía ser bastante joven y cabe la posibilidad de que fuera alistado a la fuerza para ir a combatir a mas de 7000 quilómetros de su casa en una guerra que seguramente no entendía, para, al final, traerse como recuerdo un brazo inutilizado.

   Desconozco si recibió alguna ayuda económica, pero si he averiguado que en junio de 1906 y en junio de 1920, recibió 63,85 y 50, 75 pesetas por parte de la Junta Clasificadora de las obligaciones procedentes de Ultramar.

Soldado Malagueño
Málaga - 2022

miércoles, 7 de diciembre de 2022

HISTORIAS BREVES 4: ACCIÓN HEROICA DEL SOLDADO JOSÉ RUIZ RUBIO EN JUNIO DE 1914

    A primeros de julio de 1914, recibió el alcalde de la ciudad de Antequera una comunicación remitida por el coronel del regimiento de Borbón, en la que se describe el valiente comportamiento del soldado antequerano José Ruiz Rubio en el encuentro habido con los kabileños la noche del veintiocho de Junio último.

   Dicha comunicación decía que en la noche del veintiocho de Junio de 1914, fue avisado el sargento Adolfo Méndez Gómez, comandante del reducto A. de la orilla izquierda del río Martín por el centinela de que por las inmediaciones del reducto había visto merodeando un bulto sospechoso, señalándoselo y visto por el sargento, este, cumpliendo escrupulosamente con las órdenes recibidas, salió a reconocerlo acompañado por el soldado antequerano José Ruiz Rubio, a la vez que se ponía sobre las armas el cabo Juan Belcho Gómez, que se hallaba de segundo cuarto con el resto del destacamento, ojo avizor en prevención de un ataque moro y actuar en defensa del sargento y del soldado.

   Al poco de ponerse en movimiento nuestros hombres, los enemigos apostados al amparo de la oscuridad, realizaron sobre ellos una descarga de fusilería, con la mala suerte de que uno de los disparos alcanzó al sargento en una pierna, hiriéndolo, aprovechando el momento los moros para abalanzarse sobre él para hacerlo prisionero.

   Lo malo es que los moros no contaron con la bravura, disciplina y determinación del antequerano, quien haciendo uso despiadado de su fusil, mantuvo a raya a los enemigos, a la vez que tiraba de su sargento aproximándolo al reducto dando voces a los compañeros para que descargaran sus fusiles sobre los atacantes, los cuales, ante las circunstancias, debieron abandonar la escena del combate y su intención de hacer prisionero al sargento, quien ese día pudo decir que había vuelto a nacer gracias a la valerosa y arriesgada acción del soldado, soldado que por cierto, también se libró de ser hecho prisionero.

   Dicha acción fue, desde luego, incluida en la orden del cuerpo del día siguiente con el doble objetivo de servir de estímulo a quienes componían el regimiento de Borbón y de dar satisfacción al soldado José Ruiz Rubio y sus compañeros.

   Leída la notificación, decidió la corporación municipal antequerana felicitar de forma oficial al valiente soldado antequerano trasladando el oficio a sus familia, así como agradecer el coronel el haber puesto en conocimiento del Ayuntamiento el suceso.

   Decir que el coronel del regimiento era Felipe Navascués Garayoa y que era conocido en Antequera, pues entre diciembre de 1904 y agosto de 1905 al mando de la Caja de Recluta de esa ciudad y comandante militar de la misma.

   Así mismo, es justo hacer notar el hecho de que el soldado era hijo de una familia humilde, que se tuvo que buscar desde niño la vida y que vio en la milicia un medio seguro de sustento y mejora en sus condiciones de vida.

   En palabras del documento del que he sacado esta noticia,

   "...el caso del soldado José Ruiz Rubio, como otros muchos ha venido a demostrar, que dentro de cada pecho español late el corazón de un héroe dispuesto siempre a sacrificar la vida en cumplimiento del deber..."

   "...se da lectura a una comunicación del Coronel del Regimiento de Infantería de Borbón núm. 17 dando cuenta del bizarro comportamiento del soldado antequerano José Ruiz Rubio. En otro lugar insertamos lo esencial de dicha comunicación.

   El Sr. León Motta propone que declare el Ayuntamiento haber oído con sumo gusto la lectura de ese escrito. Que se dirija oficio al soldado de que se trata, felicitándole por su valeroso proceder; que se dén expresivas gracias al Coronel del Regimiento Sr. Navascués por la deferencia que ha tenido para con esta corporación; y que se traslade el oficio de dicho Jefe, a los padres del soldado.

   Así se acordó por unanimidad"

Soldado Malagueño

Málaga - 2022

sábado, 3 de diciembre de 2022

HISTORIAS BREVES 3: JULIÁN RUIZ,UN RONDEÑO HÉROE EN EL DOS DE MAYO

    El treinta y uno de agosto de 1794, gracias al limeño José Antonio Lavalle, que aporta los caudales para levantarlo, queda reorganizado un regimiento con la denominación de regimiento de granaderos Voluntarios del Estado, Nº 36 en la escala, pasando a Cádiz, donde en 1795 se le forma el segundo batallón y en 1796 el tercero, permaneciendo con este nombre hasta 1803, que por Real decreto de veintiocho de noviembre queda denominado como Regimiento de Voluntarios del Estado Nº 36, cuyo cuartel era el de Mejorada y estaba en Madrid.

   Bien pues nuestro Julián Ruiz, de veintitrés años y natural de la ciudad de Ronda, provincia de Málaga, acabó siendo destinado a este regimiento, no sé cuando, pero si sé que quedó encuadrado en la 3ª compañía del 2º batallón, siendo el capitán de dicha compañía Rafael Goicoechea, y hallándose prestando su servicio le sorprendió la invasión napoleónica y fue de los que el dos de mayo de 1808 se enfrentó a los franceses defendiendo el parque de Artillería de Monteleón.

   No voy a entrar en detalles de cómo fue la cosa el famoso Dos de Mayo en Madrid, de modo que haré un resumen para situar a nuestro Julián en el lugar exacto.

   Ante la negativa del coronel del regimiento, Esteban Giráldez Sanz y Merino, marqués de Casa Palacio, amigo de Manuel Godoy y afrancesado, el sargento mayor Julián Romero consigue que, bajo su responsabilidad, una compañía acuda a Monteleón para intentar desalojar a los sesenta artilleros franceses que ocupaban dicho punto.

   Esa compañía fue precisamente la tercera del segundo batallón, en la que se encontraba nuestro soldado rondeño, Julián Ruiz. Controlar el Parque era fundamental para el regimiento Voluntarios del Estado, pues controlándolo se garantizaba la seguridad de su cuartel.

   Una vez llegados al Parque de Monteleón -lo hacen antes de las once de la mañana y antes de que llegara el capitán Pedro Velarde y Santillán-, entran por un postigo que al parecer, no conocían los franceses ocupantes y aprovechando la circunstancia sorprenden a los franceses, que no son capaces de responder ante la llegada de los españoles y aprovechando su confusión, el teniente de la compañía Jacinto Ruiz Mendoza les conmina a la rendición y entrega de las armas, comunicándoles que ellos son una avanzadilla y que el resto del batallón está al llegar.

   Engañaos los franceses, se rinden y entregan las armas, siendo encerrados en unas caballerizas, llegando al poco el capitán Velarde, el cual deja entrar a paisanos en el Parque y les entrega armas, a la vez que organiza a las tropas disponibles -los soldados de Voluntarios del Estado y un puñado de artilleros-, mandando que los soldados de Voluntarios se dividan en dos secciones y defendiesen las tapias que daban a la calle de San Bernardo, por donde pretendían acercarse los franceses, dando cobertura defensiva a los artilleros, que habían sacado tres cañones a la calle.

Nuestros hombres resistieron el primer ataque francés y durante el segundo intento de asalto, los soldados de Voluntarios fueron fundamentales para la defensa gracias a su acertada capacidad de fuego y puntería, pero la superioridad numérica y armamentística francesa hizo que al final los españoles hubieran de retirarse, haciéndolo los soldados de Voluntarios por la puerta principal después de haber rendido el recinto, llevándose con ellos a ocho heridos y dejando a nueve muertos.

Entre los heridos se encontraba nuestro Julián Ruiz, que, además, lo está de gravedad y que a pesar de los intentos realizados por salvarlo, muere al siguiente día tres, pasando a ser uno de los muchos héroes que murieron por defender la independencia y la libertad de la patria, siendo fiel a su honor de español, a su juramento militar y a su miserable rey, Fernando VII.

Su muerte está recogida en el Hospital General, en el registro parroquial castrense, al folio 32 vuelto.

Entre los oficiales que mandaban en este regimiento, como ya he dicho, se hallaba el teniente Jacinto Ruiz Mendoza, quien debido a su heroica actuación el Dos de Mayo, posteriormente a los hechos se le erigió una estatua en Madrid, situada en la Plaza del Rey y obra de Mariano Beinllure, costeada por suscripción voluntaria entre todas las clases militares.

   Un nuevo ejemplo de que la gloria se la llevan los oficiales y no los soldados, que suelen ser los que ponen los muertos. Los nombres de los muertos y heridos del Voluntarios del Estado que he encontrado son:

   Muertos: Antonio Luque Rodríguez, Manuel Velarte Badinas, Manuel García y Julián Ruiz, todos solados, mas el cadete Juan Vázquez Afán de Ribera.

   Heridos: Antonio López Suárez, Esteban Villamendas y Quílez, Francisco Lavaña Erriera, José Abad y Leso, José Romero, José Hacha, Manuel Bravo Parra y Lázaro Cansanillo Diego.

   También conocemos el nombre de uno de los tenientes coroneles de este regimiento, Francisco Cabrera Ramírez, natural de Vélez Málaga, quien asumió el cargo el nueve de octubre de 1804, permaneciendo en el hasta el quince de enero de 1808, que ascendió a coronel y se le entregó el mando del regimiento de Soria.

   El uniforme de este regimiento era casaca, chaleco, botón y calzón blanco. Vuelta, solapa, cuello y vivo carmesí. En tiempo de paz constaba de tres batallones, con una fuerza de 1008 plazas en tiempo de paz y de 2256 en tiempo de guerra.

Tomás López Enguídanos. 1813

Nota: El regimiento de Voluntarios del Estado tiene su origen primero en el Tercio de Álava, levantado en 1703. Su evolución histórica hasta la muerte de nuestro Julián es la siguiente:

- Tercio de Álava, 1703,

- Regimiento de Álava, 28-9-1704,

- Regimiento de Victoria, 28-2-1707,

- Disuelto por la reforma de 20-4-1715,

- Regimiento de Granaderos Voluntarios del Estado, 31-8-1795,

- Regimiento de Voluntarios del Estado, 28-11-1803.

   Tras los sucesos del Dos de Mayo fue disuelto, aunque no obstante su historia continua, pero con otros nombres, pero eso es ya otra historia.

Soldado Malagueño

Málaga - 2022