SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


viernes, 29 de julio de 2016

CORONEL D. DIEGO RUL CALERO ©

Hoy traigo a estas páginas un claro ejemplo de venalidad en el Ejército, el del I conde de Casa Rul, D. Diego Rul Calero.

Nació nuestro hombre en la localidad de Alhaurín d la Torre, en la provincia de Málaga, el veinticuatro de enero de 1762, hijo de D. Diego José Rul y de Dª. Ana Calero, una familia hidalga con una buena posición económica y social y con muchas ambiciones. Marchó D. Diego a Nueva España junto a un hermano.

Su ingresó en los Reales Ejércitos fue de primera, pues lo hizo por la puerta grande: como Coronel, con despacho provisional el diecisiete de julio de 1797, empleo que se hizo efectivo mediante Real despacho el treinta de diciembre de 1797, pasando a ejercer su mando en el Regimiento Provincial de Infantería de Valladolid de Michoacán, donde para el primer semestre de 1812 aun permanecía.

Veamos los motivos para ese premio gordo.

En la última guerra con Francia -la de la Convención- D. Diego, hombre de negocios, ambicioso y con visión de futuro, viendo la oportunidad de medrar en la escala social y adelantándose a posibles competidores, destinó una importante suma de dinero para vestir y armar a cien hombres de Infantería. 

Así mismo, empeñado en continuar su carrera con vistas a su encumbramiento social y económico, gastó treinta mil pesos en vestuario y armamento para completar el restablecimiento de su futuro Regimiento, así como la realización varios préstamos y donativos a la Real Hacienda.

Lógicamente, estos gestos tan patrióticos más el dinero colocado en los despachos adecuados, no podía dejar de llegar a conocimiento de las personas que manejaban el "cotarro" y como pago a su amor por el Rey y la Patria obtuvo su patente de Coronel: ¡sin experiencia militar previa alguna! Además, se le dieron las patentes en blanco para que pudiera vendérselas a los que serían Oficiales en su Regimiento.

Contrajo matrimonio con Dª. Ignacia Obregón y Barrera, hija de D. Antonio Obregón y Alcocer, conde de la Valencana. Juntos, aunque cada uno con sus intereses, hicieron una gran fortuna, llegando a ser D. Diego Rul uno de los comerciantes y terratenientes más acaudalados de Guanajuato y de Zacatecas. 

Como anécdota, decir que que denunciado a la Inquisición porque se decía que entre sus libros se hallaban algunos volúmenes de los prohibidos. Es que la envidia es "mu mala".

Por fin, sus expectativas de llegar a lo más alto de la pirámide social y económica se ven fuertemente impulsadas cuando el veintiséis de agosto de 1804 el Rey le concede el título de Conde de Casa Rul.

A pesar de estos antecedentes, que pueden hacer pensar que el tema de las armas no era lo suyo, demostró que se tomó en muy en serio su papel y así le vemos en su puesto, en el campo de batalla, cuando el primer ataque que llevó a cabo Félix María Calleja contra la villa de Cuautla, entre el nueve de febrero y el dos de mayo de 1812.

El diecinueve de febrero, Calleja formó cuatro columnas de ataque, una con los granaderos, bajo el mando del Coronel D. Diego Rul; otra con las tropas del Batallón de la Corona, comandada por el Brigadier José María Jalón; la tercera con el Batallón de Guanajuato, dirigida por el Coronel Juan Nepomuceno Oviedo y la última con el Batallón Patriotas de San Luis, bajo el mando del propio Calleja.

No se sabe con exactitud el día, pero si se sabe que falleció en estos días de combate, siendo sepultado en la iglesia de San Fernando, en México capital.

El Hoplita Malacitano
Málaga 2016

lunes, 25 de julio de 2016

SARGENTO MAYOR D. ISIDORO LINARES. 2ª PARTE ©

   En 1791 pasa al Regimiento de Infantería Fijo de Puerto Rico, el cual se había reconstituido con individuos del de Nápoles, quedando este muy mermando y retornando a la Habana.

   Pasó de forma voluntaria al Ejército de operaciones de Santo Domingo, desde agosto de 1793 hasta agosto de 1796, en cuyo transcurso y a pesar de hallarse en una situación muy comprometida en el puerto de la Tenería, logró retirar  dos cañones y una bandera enemigas.

                                           
Escudo del Regimiento Fijo de Puerto Rico

   Salió en dos ocasiones a tratar con el Gobernador de la plaza de Bayaja sobre su rendición, haciéndolo acompañado de un Ayudante General de la Escuadra. Así mismo, desalojó a los enemigos de la parroquia del Borgne, cortando un complot de catorce Jefes republicanos, por lo que recibió la graduación de Teniente Coronel.

   En el referido puerto tuvo varios ataques, tomando el de Cemie por sorpresa, el de Breisller con derrota del enemigo y el de Riftet con pérdida de parte de su gente y hallándose en el puerto bloqueado por dos goletas corsarias, alistó una cañonera con una pieza de a 8 y cuatro pedreros y un corsario que tenía a su orden, desalojó a los enemigos, haciéndoles tres presas.

   El veintidós de abril de 1794 sufrió un ataque de mil cien hombres, de los cuales quinientos eran de tropa de línea y seiscientos de color, al mando de Pajot, segundo del General Labaoux, más dos piezas de campaña y dos corsarios con tropa de desembarco, quienes les  intimaron a la rendición y amenazándole de no darles cuartel a los españoles si se mantenían en la defensa y viéndose sin retirada ni por mar ni por tierra y con el escaso número de soldados a su mando, noventa españoles y ochenta auxiliares y siendo la línea de ataque de doscientas toesas y no teniendo más que dos piezas de a ocho, eligió vencer o morir, dándoles a los enemigos esta respuesta y en el espacio de siete minutos logró derrotar al enemigo, matando al Teniente Coronel Comisario e hiriendo al Comandante General Pajot, además de otros cuarenta y nueve muertos y ciento cincuenta heridos, a los que añadir que se les hizo cuatro prisioneros. El veinticinco de septiembre fue nombrado Comandante del fuerte Mornet, en la plaza de Bayaja.


Uniforme del Regimiento Fijo de Puerto Rico

   El año de 1797 e halló en la defensa de Puerto Rico, donde se enfrentó al desembarco de los enemigos y después de apostar varios piquetes se retiró. El diecinueve de abril de dicho año fue puesto al frente de un piquete para guarnecer el sitio de Punta Salinas, desde donde se retiró al puente de Martín Peña, para impedir el paso de los enemigos y en sus inmediaciones, con tres piquetes de Infantería y Caballería atacó a un importante contingente enemigo que había logrado rebasar el puente, haciéndolos retroceder, muriéndosele en tas acción tres de sus hombres y resultándoles heridos otros once, logrando su caballería apresar a treinta y tres enemigos, entre ellos a un Oficial.

   El siguiente día veintidós volvió a tener un choque con el enemigo, teniendo a su mando solo dos piquetes de a veinticinco hombres, pues la caballería y los urbanos no pudieron entrar en acción, en el transcurso de la cual tuvo siete heridos, entre los cuales el Comandante de uno de los piquetes, D. Pedro García.

   El veinticuatro regresó a la plaza, donde se le encomendó la comandancia de la trinchera de San Antonio, alternándola con Francisco Conde, permaneciendo allí hasta la retirada del enemigo.

  Valor: experimentado; Aplicación, capacidad y conducta: buenas.


   Para fin de diciembre de 1799 era soltero, aunque tenía concertado matrimonio con Dª. Juana de Lara, pero esta, que era viuda del Alcalde ordinario D. José de la Torre e hija del Capitán D. Marcelo de Lara, del Regimiento de Infantería de León, falleció el veintidós de abril de 1798. No sabemos si contrajo matrimonio ni si llegó a regresar alguna vez a Málaga, aunque mucho nos tememos que terminó sus días en las provincias ultramarinas. 

SARGENTO MAYOR D. ISIDORO LINARES. 1ª PARTE ©

   Nació en la ciudad de Málaga el año de 1747 y era hijo de una familia hidalga.

   Ingresó en la clase de Cadete el veintisiete de abril de 1765, pasó a Subteniente el veintisiete de mayo de 1774, pasó a Subteniente de Granaderos el seis de junio de 1782, pasó a teniente el trece de agosto de 1782, pasó a Ayudante el veinte de septiembre de 1786,pasó a Capitán el diecinueve de septiembre de 1789, pasó a Teniente Coronel graduado el veintitrés de noviembre de 1794, pasó a Coronel graduado el diez de julio de 1797 y, por último, pasó a Sargento Mayor el cuatro de enero de 1799.

   Su primer Regimiento fue el de España, 8º de Caballería, cuya casaca era blanca y la divisa azul, aunque en 1767 cambió a casaca encarnada y la divisa negra y donde permaneció tres años, nueve meses y ocho días. Pasó al Regimiento de Infantería de Nápoles, cuya casaca era blanca y la divisa encarnada, y donde permaneció durante veintiún años, cinco meses y seis días. Pasó al de Infantería Fijo de Puerto Rico, donde para fin de diciembre de 1799 aun permanecía.

   El Regimiento de España se hallaba en la campaña de Portugal desde 1762, permaneciendo presente durante toda la campaña y se halló en la acción y sorpresa del vado de Vilavelha. Una vez terminadas las hostilidades en 1763, tras la firma del Tratado de París de diez de febrero, el Regimiento de España fue destinado de guarnición a Membrio primero y a Alcántara después (ambos en Cáceres), localidad a donde con toda seguridad fue destinado el joven Cadete D. Isidoro Linares, donde quedó de instrucción y aprendizaje para llegar a ser un Oficial.   

Escudo Regimiento de España

   Tras ser destinado al Regimiento de Nápoles se incorporó a él en Panamá o Portobelo, pues este Regimiento fue destinado a dichos puntos en 1765, dando guarnición a aquellas ciudades y protegiendo la ciudad de Quito con fuerzas avanzadas y como se había decidido crear un Regimiento fijo veterano en  Panamá, individuos de este cuerpo pasaron a formar parte de este nuevo Regimiento en 1773, tras lo cual regresó a España, incorporando a individuos de otros cuerpos para completarse y con reclutas y cuando estuvo bien conformado, se escogieron de él a cuatrocientos individuos para pasar a la plaza de Melilla, que había sido nuevamente asediada por los moros -ayudados por los británicos- y lo estuvo entre el nueve de diciembre de 1774 y el diecinueve de marzo de 1775. Entre estos individuos se hallaba nuestro D. Isidoro, quien permaneció durante un año y seis meses destinado en los presidios menores de África, hasta la total pacificación de la zona, tras lo cual volvió a la Península. En la Paz de Aranjuez de 1780, Marruecos reconoció la soberanía española sobre Melilla.

   En su hoja de servicios militares hay un error, pues se dice que se halló en todos los preparativos y ataques al Peñón del año de 1775, cuando este ataque no empezó hasta el año de 1779. Es probable que en estas fechas se le enviara bien a él solo, bien a unos cuantos individuos del Regimiento a tomar parte en este sitio, pues en las fuentes consultadas nada se dice acerca de que este Regimiento o parte de el concurriera al sitio en esas fechas. Sea como fuere, fue agregado a la artillería y nombrado por el Gobernador primer Comandante de la batería de San Miguel, una de las más importantes, siendo herido en su batería por una de las bombas que lanzó el enemigo. Pasó a hacer el servicio de los retenes nocturnos extramuros y en puestos avanzados.

   Ya si con su Batallón, estuvo en el sitio y ataque de la plaza de Gibraltar el año de 1782 y hasta el siete de febrero de 1783, que firmada la paz marchó con su Batallón (el primero) de guarnición a Cádiz;, ciudad en la que permaneció hasta el siguiente año, que partió a Puerto Rico, donde se reunió con el segundo Batallón.

   Aquí en Puerto Rico tuvo a su cargo y por espacio de siete años, la instrucción de los Cadetes del Regimiento de Nápoles. Así mismo, fue comisionado por el Capitán general de la isla de Puerto Rico en el año de 1789 para la disposición de su defensa, visitando todos los partidos costeros y del interior, formando cabildos, recopilando información de la población e instruyéndola para la mejor defensa de la isla, realizando una prolija y exacta información de la situación de las caletas. ensenadas y puertos de la isla tanto con el mapa como con el sondeo de las aguas. 

jueves, 21 de julio de 2016

SARGENTO MAYOR D. JOSÉ ZAMORANO ©

   Nació en 1749, en la ciudad de Málaga y debía ser o hijodalgo o hijo de militar, pues a la edad quince años ingresó en la clase de Cadete, el 24 de mayo de 1764, en el Regimiento de Infantería de Zamora, que se hallaba de guarnición en Málaga.

   En 1768 los moros atacaron con numerosas tropas las plazas españolas de Melilla y del Peñón de Vélez de la Gomera, y entre las tropas que se mandaron estaba el Regimiento de Zamora, el cual se desplazó a ambos puntos sosteniendo un sitio bastante duro y complicado por la contundencia y continuidad de las numerosas fuerzas atacantes, más la habilidad de los nuestros solventó la situación favorablemente, abandonando los moros el campo tras numerosas y sangrientas tentativas por conquistarlo.


   Nuestro D. José actuó tal y como se esperaba de él, señalándose particularmente en las acciones sostenidas en el fuerte avanzado de la Victoria Grande. Tras pacificar y asegurar la zona, el Regimiento abandonó aquellos parajes y se embarcó rumbo a Cádiz para darle guarnición.

   A finales de 1776 se reanudan, ¡una vez más!, las hostilidades con nuestro vecino Portugal y en ese contexto nuestro D. José junto con su Regimiento, encuadrado en la Compañía de Cazadores, embarca en Cádiz rumbo a América en la escuadra mandada por  Francisco Javier Everardo-Tilly, I marqués de Casa Tilly, que transportó el ejército de Pedro de Ceballos para a atacar las posesiones portuguesas.

    Esta campaña naval tuvo una dimensión superior a las que se realizaron a lo largo de los siglos XVIII y XIX, pues en ella se embarcaron 8.500 soldados de infantería, a los que añadir  600 dragones a caballo, todos ellos a bordo de noventa y siete barcos perfectamente artillados de transporte, más 19 navíos de guerra, llevando entre unos y otros 632 cañones. Suerte tuvieron los ingleses de no toparse con ellos.

   Aunque debido a vientos contrarios algunos buques se separaron de la Escuadra recalando en Montevideo, el grueso de la expedición acabó desplegándose en la rada de Santa Catalina, desembarcando tropas, entre ellas la Compañía de Granaderos de Zamora, con gran sigilo y rapidez, y tras practicar un minucioso reconocimiento del terreno, consiguieron sorprender a los portugueses y desalojarlos de los castillos de Punta Grossa, Santa Cruz y Ratones  y de los puestos fortificados de la feligresía de San Antonio.

   De esta manera se consiguió el dominio de Santa Catalina, lo que llevó a su Gobernador a capitular, y el seis de marzo de ese año de 1777 -por medio del convenio de Lubaton- pueden el Gobernador y la oficialidad abandonar aquel punto y dirigirse a Río de Janeiro, aunque no así la tropa, que permaneció prisionera de los españoles.




      Con tan buenos resultados, decide el General español que las tropas marchen a Montevideo para juntarse con las que se habían extraviado en el viaje de ida, con la idea de pasar con todas ellas a la invasión de la isla de Sacramento, pero pareciendo que los elementos se oponían a esta empresa, de nuevo la furia de la mar arrojó a parte de la expedición a la bahía de Maldonado, más no por eso cejaron nuestras tropas en su empeño y al final tras desarrollar el General Ceballos el plan de acción, parte el General Bertiz con una importante columna, en la que se hallaba encuadrado el segundo Batallón de Zamora, columna con la que puso en dificultades al general portugués Bohim, quien se hallaba posicionado en la línea de Río Grande de San Pedro.


   Ceballos, con el resto de las tropas avanza sobre Sacramento a la vez que Bertiz a marchas forzadas consigue instalarse en el campo de Santa Teresa, subiendo el General en Jefe, Ceballos, por el río de la Plata y ordena desembarcar a sus hombres en Arroyo de los Molinos ejecutando un falso ataque al baluarte del Carme el día de marzo, participando en estos hechos nuestro D. José Zamorano, quien junto a sus compañeros del primer Batallón, abre la trinchera en la que emplazaron las baterías contra la ciudad de Sacramento.

   En el avance consiguieron los de Zamora, y nuestro hombre con ellos, clavar unos cañones del enemigo y tras un impetuoso avance consiguieron que el Gobernador de ella, D. Francisco José de la Rocha rindiese la plaza antes de que rompiese el fuego la artillería de batir española. Tras estos sucesos, embarca el Ejército y pone rumbo a Montevideo.

   Una vez en Montevideo, se recibió una orden por la cual ciento sesenta hombres del Regimiento de Zamora debían pasar a formar parte del Regimiento Fijo de Buenos Aires y una vez realizado esto, el resto de Zamora se reembarcan en la segunda y tercera división de transportes, poniendo el veinticuatro y el veintiséis de abril proa a Cádiz, donde permanecieron unos pocos meses, pues a primeros de 1779, reiniciadas las hostilidades con Gran Bretaña, marcharon al Campo de Gibraltar a formar parte de la línea de bloqueo a esa plaza, pasando a las órdenes del General Solano y permaneciendo allí hasta el primero de noviembre de 1781.

   Se  recibió orden de que debía embarcar rumbo a América, su Regimiento a las órdenes del General D. Bernardo de Gálvez, lo que hizo el primero de enero de 1782, junto a una escuadra francesa mandada por el conde de Grasse y que debían llegar a la Martinica para juntas ambas escuadras atacar Jamaica, pero debido a la inoperancia del francés, la escuadra francesa se vio batida por la británica del Almirante Rodney y la escuadra española, viéndose aislada, optó por pasar a refugiarse en la ensenada del Guárico, disponiendo el general Solano que pasaran a tierra las tropas embarcadas, entre ellas los dos Batallones del regimiento de Zamora y nuestro hombre con ellos.

   Permaneciendo allí hasta que necesitando reforzar la isla de Puerto Rico partió el dos de noviembre de 1782, quedando de guarnición cuatro meses y diecinueve días, pues el 23 de julio de 1783 parte para Veracruz, México, puerto desde el que el regimiento de Zamora, junto al resto de las tropas, parte a las órdenes del General D. Bernardo de Gálvez, para Nueva Orleans, por creerse había sido invadida. Embarcó, D.  José Zamorano en el bergantín corsario guardacostas San Antonio en el que llegó a aquella ciudad y tras solucionar los problemas regresó a México.

   En 1787 partió junto a cuatro Compañías de su Regimiento a sofocar y pacificar una sublevación de indios en la provincia de Papantlán, a las órdenes del Teniente Coronel D. Ildefonso Arias de Saavedra y tras sofocar la rebelión pasó de guarnición en ese Virreinato desde el veintitrés de julio de 1783 hasta el treinta y uno de marzo de 1788, que nuestro hombre es destinado al Regimiento de Caballería Provincial de Querétaro por permuta con el Teniente de este Regimiento Narciso Muñiz, mientras que el regimiento de Infantería de Zamora parte en 1789 para la Península. Atrás quedaban veintitrés años, diez meses y siete días de vida de Don José Zamorano en ese regimiento.

   Durante estos años, D. José zamorano obtuvo diferentes empleos, los cuales fueron:

   - el dieciocho de septiembre de 1769 el de Subteniente,
   - el diecisiete de noviembre de 1780 el de teniente, y
  - el primero de enero de 1784 el de Capitán Graduado.

   En su nuevo destino estuvo bajo el mando del Brigadier D. Pedro Ruiz Dávalos desde el veinte de diciembre de 1788 hasta el treinta y uno de marzo de 1790, estando su cuartel en Sierra Gorda, pasando después a otro emplazamiento.

   De este destino pasó a formar parte de los individuos que realizaron el Padrón General que se hizo en toda la Subdelegación de Querétaro e Intendencia de Guanajuato al mando del Coronel D. Ignacio García Rebollo  desde el primero de abril de 1791 hasta el treinta y uno de noviembre de 1792.

Uniforme de la Compañía de San Blas según el reglamento de 1790 y aprobado en 1792.


Una vez finalizado pasó como Primer Teniente -empleo obtenido el veintitrés de septiembre de 1793- a la Compañía de San Blas con el carácter de segundo Comandante de la primera División de la Costa del Sur, realizando la revista de toda ella. Esta Compañía era unidad veterana creada en 1787. Debía residir en Tepic y tenía como Ayudante a un Primer Teniente que debía suceder al Capitán en el mando de la Compañía fija y de las de Milicias en caso de “enfermedad ó muerte” , por lo que no alternaba con los otros dos Oficiales Subalternos de la Compañía Fija.

       Añadir que el 30 de junio de 1789 se le concede licencia para poder contraer matrimonio con la Sra. Dª. María Josefa Revelo, quien aportó una dote de cincuenta mil reales de vellón, celebrándose el enlace en mayo o junio de 1890.

   Por despacho expedido por el Virrey marqués de Brancifonte y aprobado por el Rey, pasó a continuar su mérito como Ayudante Mayor del Regimiento de Celaya, tras obtener el despacho de tal el siete de junio de 1796 y siendo destinado a servirlo en el fuerte de San Carlos de Perote, donde pasó un año y ocho meses.

   El veintidós de abril de 1799 pasa al Regimiento Provincial de Infantería de Valladolid de Michoacán para ejercer las funciones de Sargento Mayor, obteniendo la certificación de tal el primero de junio de ese año y poco después, en 1803, obtiene el empleo de Sargento Mayor de él, donde permanece hasta 1806.

   A partir de aquí se pierde la pista de este malagueño del siglo XVIII que alcanzó a ver el XIX. No sabemos si regresó a Málaga.    

El Hoplita Malagueño
Málaga 2016

domingo, 17 de julio de 2016

AYUDANTE MAYOR MANUEL DE MILLA SANTAELLA © 3ª Parte

   Como ya se dijo en la biografía, D. Manuel de Milla fue felicitado y recompensado por el éxito de su misión.

   A continuación se expone la carta que el Comandante D. Francisco de Fersén envía al Virrey elogiándo a este Oficial y solicitando que su hazaña sea puesta en conocimiento del Rey para que éste le recompense.

   El 2º comandante de los ¿establecimientos? remite a Su Excelencia un despacho del Ayudante Don Manuel Milla, remitiendo el diario original de ese Oficial, y recomienda a la consideración de Su Excelencia el mérito singular que merece el importante desempeño de su comisión.
 
  Su Excelencia.- Fechada en Yavisa el 13 del presente mes, el Ayudante Don Manuel Milla, me escribe lo siguiente:

   "Señor don Francisco Fersen, - por el diario adjunto sabrá usted todo lo que se ha hecho, así como mis motivos para dar este paso, ya que sería muy doloroso, si después de haber logrado mi propósito, se produce alguna fatalidad.

   No puedo explicarme más plenamente, para que no puedan retener Suspani y sus indios, pero tan pronto como llegue a Puerto Príncipe le haré una descripción más detallada y pedirle que mi regreso a mi puesto (en Carolina ) sea con toda la rapidez posible. Dios le guarde muchos años.

   Manuel de Milla Santaella

   Yavisa, trece de marzo de 1788"

   La cual remito a Su Excelencia con el diario original del camino de este Oficial, cuyo singular mérito y el amor del servicio se han manifestado de una manera tan distinguida en esta importante ocasión, que no cabe duda de que Su Excelencia, que sabe muy bien cómo apreciar el mérito, tendrá en cuenta lo digno de ser puesto en conocimiento del Soberano, para que pueda recibir de la abundancia real una recompensa correspondiente a tan distinguido servicio, y hago saber la presente a Su Excelencia en el cumplimiento de mi deber.

   Dios guarde a VE muchos años.

   Francisco de Fersen.  

   D. Manuel retornó pues a Puerto Príncipe, donde permaneció hasta que partió a Carolina, a donde llegó el día 26 de abril. El Comandante y Gobernador en Carolina, D. Francisco de Fersén, remite carta al Virrey D. Antonio Caballero y Góngora dándole cuenta de la llegada a este puerto de Milla, adjuntándole el informe que este hizo de su viaje de regreso:

   Exmo. Señor, 

  En la tarde del veintiséis próximo pasado, arribó aquí el Ayudante D. Manuel Milla de regreso de Puerto Príncipe, habiendo tomado su derrota por Panamá y Portobelo por no haberse determinado a regresar por el mismo camino a causa de los motivos que expresa en el papel adjunto consecuente a lo mismo que expuso este Oficial en su diario. Todo lo que pongo en noticia de V. E. para confirmación de lo expuesto en mi diario.

   Dios guarde a V. E. m. a. carolina y mayo de 1788  

   Francisco de Fersén

   Papel adjunto de los motivos de D. Manuel de Milla:

Cuando salí de esta fundación para la comisión que tengo evacuada, bien sabe V. m. que fue en la inteligencia de que el indio Capitán de Sucubú, Urruchurchu, había hablado y facilitado mi pase con todos los indios, especialmente con los Chucunais, pero luego que llegué a internarme en las Tierras del Sur, lo conocí me había engañado en esta parte, porque además de haber convocado ocho indios Arnachucunas o ¿Inoretíes? para que nos guiasen como inteligentes de sus tierras y aliados con los Chucunas me condujeron con tantas precauciones y recelos que hasta mis pisadas las borraban con sus manos, de modo que a no ir inflamado del deseo de lograr la empresa, que iba venciendo con tanto conocimiento del terreno no hay duda hubiese retrocedido, pues lo contrario solo fuese temeridad del empeño.

  Los ocho referidos indios llegaron al paraje donde yo estaba con tanto recelo y pusilanimidad que en sus rostros patentizaban el mal humor que les causaba mi tránsito por sus tierras y para haberlos de conformar en mi paso fue menester más de dos horas de razonamientos, diciéndoles amén a cuanto proponían y obsequiándoles tabaco y ropa que para el efecto llevó Urruchurchu de la que yo había regalado a susu indios en su pueblo con calidad de reintegro a mi regreso.

   Una de las proposiciones que me hicieron los dichos ocho indios fue que para qué queríamos abrir camino por sus tierras y diciéndoles que para tener fácil comunicación con los pueblos del Sur, me respondieron que no era menester, que ellos llevarían nuestras correspondencias de una a otra parte.

   Diciéndoles que también a sus pueblos a comerciar con ellos para que ellos no tuviesen tanto trabajo en conducir sus efectos, me respondieron que ellos vendrían a nuestras poblaciones, que no lo tenían por trabajoso y que en este supuesto yo se lo propusiese así al Señor Virrey: En suma, para ir acorde en la ocasión y conseguir pasar adelante hube de ofrecerles hacerlo como me lo pedían.

   Otra de las embajadas que me pusieron en cuidado fue el decirme que los Chucunas no habían hecho paces, en cuyo supuesto si encontraban algún español por sus tierras y lo mataban estaría bien hecho, bajo lo cual que ellos no me aseguraban la vida, pues si nos encontrábamos con ellos no se prometían buenas esperanzas, pero yo no quise sino seguir adelante.

   En Puerto Príncipe consideró Urruchurchu que si volvíamos por el propio paraje podían estar aguardándonos los Chucunas, que ya habían sabido nuestro tránsito e ideó conveniente regresar dando una dilatada vuelta por los ríos expresados en el diario y aun por este paraje tuvo recelo, luego supo la noticia que me dio D. Andrés de Ariza en la carta cuya copia acompaño a V. m., por cuyo motivo le pareció acertado que lo esperase en Puerto Príncipe hasta que trajese los pliego a V. m. y volviese por mi hablando antes a los Chucunas para que me regresase sin el peligro que habíamos pasado.

   Yo, conociendo no solo la falsedad que en esto podía haber, como por regresarme con la posible prontitud, determiné hacerlo por la vía de Panamá y Portobelo, como en efecto lo puse en práctica al instante, de modo que habiéndome puesto en movimiento el diecisiete llegué a Panamá el veinte y a Portobelo el veintiséis, pero habiendo salido de esta ciudad el veintiocho en la cañonera La Maritornes, que a la sazón venía para Mandinga, pero habiendo encontrado mucho norte fue preciso arribar a Portobelo el treinta y uno.

   El siete de abril, conociendo que había abonanzado el tiempo algo, volvimos a salir, y viéndose dicho buque en la precisión de hacer segunda arribada por seguir lo intempestivo del tiempo, hube de transbordarme a una piragua que me condujo a Mandinga, en donde me pasé a la lancha de Concepción y desde ella a este puerto en el bergantín San José y las Ánimas, habiendo logrado mi arribo a este destino el veinticinco del mes próximo pasado.

   No hay duda que según mi apresuramiento hubiera llegado a esta fundación a los trece días de haber salido de Puerto Príncipe, pero los infortunios expresados en la navegación desde Portobelo, han hecho mi arribo más tardío, por cuya causa espero que V. m. dé por aprobado todo cuanto he resuelto en este asunto, informando al Señor Virrey lo que le parezca justo.

   Dios guarde a V. m. muchos. años. Carolina y mayo 1º de 1788    ---  

NOTA:

En el año de 1784, el Virrey Arzobispo de Nueva Granada, D. Antonio Caballero y Góngora, mandó construir fuertes en Mandinga,  Concepción, Carolina (o Caledonia) y Caimán, cerca del golfo de San Miguel, costa atlántica, y al año siguiente, el Teniente Coronel D. Andrés de Ariza, Gobernador del Darién, fundó otro fuerte más en el Príncipe, en la costa del Pacífico, al que dotó con 200 hombres de guarnición.

   El mismo Gobernador abrió luego el camino  que iba desde el fuerte hasta la boca del Sucubtí, en el Chucunaque,  donde quería fundar la ciudad de Betanzo, como estación central para  seguir por el Sucubtí aguas arriba hasta el fuerte Caledonia ó Carolina.

   Por este mismo camino el Capitán Suspani ó Urruchurchu, jefe  de Sucubtí, condujo al Ayudante D. Manuel de Milla Santaella desde Carolina hasta  el Príncipe.

El Hoplita Malacitano
Málaga 2016

AYUDANTE MAYOR MANUEL DE MILLA SANTAELLA © 2ª Parte

   Tras esto, y mientras el Rey le recompensaba, se le dio provisionalmente  la Subinspección y la Ayudantía Mayor del Batallón de Pardos del Partido de Natá.

  A continuación se puede leer el diario y otros documentos relativos a la expedición a través del Itsmo:

   Para el relato de su expedición de Carolina, en el atlántico, hasta Puerto del Príncipe, en el Pacífico, al no haberlo encontrado aun en español, he usado el que existe en inglés, el cual he traducido -libremente- usando el traductor de Google y mis escasos conocimientos de inglés, creo que respetando bastante el texto original. Para la relación del viaje de vuelta, he usado el original en español.

Diario y Relación de la ruta que he seguido en el cruce del istmo de Darien, de norte a sur

Domingo 2 del presente mes.

   Partí de Carolina a las seis de la mañana, acompañado por el indio suspani, el Jefe del puebl de Sucubti y dos de sus compañeros, con el lingüista ¿Pío quinto?, comenzando la jornada siguiendo hasta las aguas del Aglatomate, con muchos y repetidos cruces, hasta que llegamos cerca de la cordillera, donde los Indios de Chueti tienen una pequeña casa, como menciono en mi primer viaje de 22 de enero, y que sirve como una posada a los indios antes mencionados y a los de Sucubti, que son los comerciantes habituales de Carolina por este camino.

   Desde Carolina hasta este lugar, la distancia es de dos leguas y media, poco más o menos; al llegar a un lugar que ellos llaman las Dos Bocas, es necesario seguir por el camino de la margen derecha, que en la estación seca, es bastante se secó, y el más conocido en este lugar,donde uno va a parar a un cobertizo indio cubierto con hojas de plátano, y a poca distancia de este, en la línea de la Cordillera, se puede ver una colina más pequeña que las de la derecha. Aquí se encontrará agua en esta parte del río, el cual tiene en algunos lugares un fondo de arena, y en otros de conchas, mientras que más arriba hay piedras y guijarros.

   Teniendo cuidado, después de reconocer esas marcas, de mantener a la derecha el río, el camino o sendero que conduce al anteriormente mencionado cobertizo, el cual se halla a tres o cuatro leguas del río; de allí el camino por la Cordillera va de norte a sur, no se puede perder, ya que, después de haber cruzado tres o cuatro pequeños riachuelos, o más bien que cruza el mismo tres o cuatro veces, [yendo] con un poco de cuidado se encuentra una orilla quebrada a mano derecha; aquí es donde comienza el camino por la cordillera, y es tan amplio y plano como si hubiera sido hecho por nuestro pueblo (españoles); el ascenso en conjunto es bastante empinado y a mitad de camino el tronco caído de un árbol detiene la marcha.

   Desde este lugar se puede apreciar la mar y Carolina.

   Siguiendo el camino de la derecha -el de la izquierda conduce a Chueti-, se cruza la montaña, el descenso de las cuales, por la otra ladera, es más gradual y en pendiente; al pie de la cual el río Forti se une con el Sucubti. Siguiendo el Sucubti hacia abajo, hacia el sur, después de dos o tres horas de camino en buen estado, hallamos una pequeña cabaña y [una zona de platanos]; en media hora hay otra a mano derecha y una hora más tarde encontramos una tercera a la izquierda.

   Un cuarto de legua más abajo en el margen izquierdo se encontró otra [cabaña] más grande que el resto, que es de Ignacio, el hermano mayor de Urruchurchu, y la misma en la que me recibió cuando realicé mi primer viaje en enero. En esta casa me detuve a descansar, habiendo llegado sobre dos de la noche y después de descansar un rato, continué por un camino que se encuentra en la parte posterior de la misma, ascendiendo el camino por una montaña.

   No tiene pérdida, pues es muy transitado, y descendí de nuevo al río, que tiene aquí muchas rocas. Teniendo cuidado de no perder de vista el río, se vio en primer lugar un indio y una cabaña, luego otro y luego el pueblo de Sucubti, donde vive Urruchurchu. Este pueblo se compone de seis casas juntas, las mencionadas anteriormente y dos o tres más pequeñas más abajo y puede tener unos treinta indios capaces de llevar armas, un poco más de mujeres y sesenta niños.

Lunes, día 3.
   Me detuve en este pueblo durante todo el día, mientras Urruchurchu preparaba la continuación de nuestro viaje.

Martes, día 4.
   Empecé al amanecer, acompañado por el capitán y dos de sus indios, siguiendo hasta el río por la ribera a través de un bosque abierto, alrededor de las diez de la mañana y después de haber recorrido dos leguas, dejamos el río por completo, siguiendo un camino a la izquierda.

   Todo el resto de este día caminamos por un bosque más elevado y abierto. Aquí cazan los indios sucubti, con caza en abundancia de todo tipo. Nos detuvimos en un riachuelo que tenía apenas el agua suficiente para satisfacer nuestra sed.

Miércoles 5.
   Proseguimos nuestro viaje a través del mismo bosque a las diez y de nuevo se encontró con la tribu Sucubti, en el lugar donde los indios atacaron al Teniente del Batallón Fijo de Panamá, y herido a su guía.

   Tan pronto como llegamos a este lugar, me dijo Urruchurchu que no podríamos continuar hasta que unos indios vinieran con sus canoas para que nos llevaran hacia abajo una corta distancia, hasta el camino que los españoles habían abierto (llamado el Camino de Ariza)

   Estuvimos esperando esas canoas hasta el jueves día 6, cuando llegaron cuatro [canoas] con ocho indios que supe estaban aliados con el rebelde Chucunas y que no eran de los que habían entrado en la paz con nosotros, siempre atentos a atacar a cualquiera de nuestra gente que pudiera perderse en el monte desde el establecimiento de Puerto Príncipe. 

   Los indios antes mencionados me preguntaron muchas cosas, algunas con malignidad y se manifestaron opuestos a la apertura de la carretera, diciendo que no permitirían tropas que marcharan por su territorio, y que en cuanto a la comunicación que deseábamos con Puerto Príncipe que ellos mismos serían los que llevarían nuestros despachos y todo lo que quisiéramos; que deseaban estar en paz con nosotros, pero a condición de que nos quedáramos en nuestro país y ellos en el suyo, a todo lo que asentí con el fin de que me dejaran continuar mi viaje, tras lo cual se mostraron satisfechos y Urruchurchu les hizo un presente de algunas cosas que su Excelencia le dio en Cartagena y que prudentemente había traído con él para el propósito.

   Este día, a las 10 horas, nos embarcamos en el río, y cerca de dos leguas más abajo hicimos alto, en el camino que ellos llaman de Ariza.

Viernes 7.
   En la madrugada se continuó a lo largo del camino abierta por los españoles y después de caminar tres horas cruzamos el río Chucuna por un puente y llegamos a la isla donde estaba acampado Don Luis de la Carrara. 

   Aquí encontramos caminos y cobertizos construidos últimamente (rancherías) de los Chucunas, lo que alarmó a Urruchurchu y se presentó ante ellos, y para conducirme de la manera más segura continué a una buena distancia por detrás, hasta que pasé a la otra orilla de este río, últimamente llamado La Paz.

   En este lugar los otros indios nos dejaron [tranquilos], no considerándonos un peligro, aunqu

   Continué entonces con Urruchurchu y a las cinco de la tarde tuve la dicha de llegar a Puerto Principe, cuando el citado Suspani (alias Urruchurchu) aconsejó que debíamos volver por el río Sabanas, Chuounaqua y Jubganti, que parte de pueblo de Chueti, a la distancia de un corto día de camino de Carolina, plan que le pareció bien al [Comandante] D. Andrés de Ariza, Gobernador del Darién, quien lo consideró atentamente.

   Realicé mi vuelta de regreso por la ruta mencionada, y fueron dos días de camino a Yavisa, pues lo hicimos cuando la marea lo permitió. En esta ciudad permanecí todo el día 12 para conseguir una canoa y continuar mi viaje y a las nueve de la noche empezamos, pero Urruchurchu me informó que el gobernador me había escrito para decirme que dos indios habían llegado cerca de Puerto Príncipe persiguiéndome, preocupándose mucho, diciendo que esos eran Chucunas que nos habían seguido y que él estaba seguro de que cuando vieron la manera en que había venido, irían a reunirse con malas intenciones contra nosotros en la boca de Jubganti. En esto, previendo el peligro, decidí volver y envié capitán Suspani a Carolina con los despachos que llevaba, lo que le satisfizo, ya que no quiere que ninguna desgracia nos ocurra a ninguno de nosotros, no sea que la culpa recaiga sobre él a pesar de sus buenas intenciones.

   Manuel de Milla de Santa Ella.

   Yavisa 13 de marzo, 1788.

El Hoplita Malagueño
Málaga 2016

AYUDANTE MAYOR MANUEL DE MILLA SANTAELLA © 1ª Parte

   Natural de Málaga. Nacido en 1755. Noble. Hijo del Coronel Martín de Milla.

   Ingresó como Cadete el doce de septiembre de 1779; pasó a Subinspector de Pardos de Natá el dieciocho de octubre de 1788; pasó a Teniente veterano el trece de agosto de 1790; pasó a Ayudante el doce de julio de 1794.

   Su primer Regimiento fue el Fijo de Cartagena de Indias; pasó al Batallón de Pardos de Natá; pasó al de Milicias de Panamá; pasó al Batallón de Pardos de Cartagena de Indias, donde para fin de diciembre de 1797 aun permanecía.

   Se ofreció a servir al Rey a principios de la última guerra contra Gran Bretaña en calidad de voluntario; pasó el año de 1779 agregado a una de las Compañías de la guardia de Manuel Antonio Flores para la guarnición y defensa de Cartagena de Indias.

   Pidió se le destinara a la expedición del Darién, donde sirvió en calidad de Ayudante Mayor, donde quedó patente su valor e interés por el correcto servicio, pasando bastante tiempo en aquellos parajes y ello a pesar de las enfermedades que por dos veces contrajo. No obstante esto, lo que le granjeó la estima y admiración de sus jefes y compañeros, además de conferirle una elevada reputación en el Ejército, fue la expedición que realizó desde Acla o muy cerca de un fuerte que teníamos en la Carolina del Norte, en las costas panameñas del Atlántico, al fuerte del Puerto del Príncipe en el Sur, en las costas del Pacífico de este país, con la idea de establecer un nuevo camino con el que unir las dos costas, logrando superar las grandes dificultades orográficas y de abastecimiento, la ausencia de caminos y guías, las emboscadas y ataques que sufrió la expedición por parte de los indios y otros varios obstáculos que dificultaron enormemente la marcha, haciéndoles retroceder. 


   Ante esta adversidad, Milla pensó que podría intentarlo llevando consigo a un par de indios amigos, en la idea de que al conocer el país pudieran avanzar sin ser advertidos por los enemigos y negociando con ellos consiguió que tres hermanos indios, los Urruchurchus, que en principio se oponían a la empresa, acabaran aceptando. 

   Para ello entabló relaciones de amistad con ellos, dándoles hospitalidad en su casa cuando estos iban al presidio, haciéndoles regalos y, sobre todo, aprendiendo su lengua, con lo que, al final,  consiguió ganarse la amistad y que accedieran a enseñarle sus poblados y entablar relaciones con sus familias, obteniendo lo que pretendía, que no era otra cosa que fueran con él a la expedición.

   Una vez conseguido, pasó el tema al Gobernador y este, viendo sus logros, le permitió partir con una tropa de quince soldados, más los tres hermanos indios y así iniciaron la jornada, y aunque en un principio solo logró llegar hasta los primeros poblados, le bastó para convencerse de que era posible realizar el trayecto venciendo las adversidades, aunque los indios andaban recelados por la presencia de la tropa.

   Para terminar de convencerse, el Gobernador le dijo que si culminaba con éxito la operación, en nombre del Rey le premiaría digno de su servicio, con lo que salió por segunda vez a realizar la expedición, venciendo dificultades y peligros, abriéndose camino por entre los enemigos, atravesando el Darién por el Chucunaque y consiguiendo en tres días atravesar el itsmo y dejándose ver inesperadamente en Puerto del Príncipe, con la lógica alegría de los que con el iban y la admiración de los que los vieron llegar. Era el año de 1788 y redactó un diario de dicha expedición.

   Soldado Malagueño
 
  Málaga 2016

viernes, 15 de julio de 2016

AYUDANTE MAYOR MANUEL TOMÁS DE MILLA

 Militar natural de Málaga, nacido en el año de 1755. De familia noble originaria de la plaza de Orán,. Era hijo del Coronel D. Martín de Milla.

Ingresó como Cadete el doce de septiembre de 1779. Su siguiente empleo fue el de Subinspector de Pardos de Natá, al que fue promovido el dieciocho de octubre de 1788; el trece de agosto de 1790 se le asciende a Teniente Veterano y, por último, pasó a Ayudante Mayor el doce de julio de 1794.

Su primer Regimiento fue el Fijo de Cartagena de Indias; pasó posteriormente al Batallón de Pardos de Natá; tras este pasó sucesivamente al de Milicias de Panamá y al Batallón de Pardos de Cartagena de Indias, donde para fin de diciembre de 1797 aun permanecía.

Se ofreció a servir al Rey a principios de la última guerra contra Gran Bretaña en calidad de voluntario. En el año de 1779 pasó como agregado a una de las Compañías de la guardia de Manuel Antonio Flores para la guarnición y defensa de Cartagena de Indias.

Pidió se le destinara a la expedición del Darién, donde sirvió en calidad de Ayudante Mayor, donde quedó patente su valor e interés por el correcto servicio, pasando bastante tiempo en aquellos parajes y ello a pesar de las enfermedades que por dos veces contrajo. No obstante esto, lo que le granjeó la estima y admiración de sus jefes y compañeros, además de conferirle una elevada reputación en el Ejército, fue la expedición que realizó desde Acla o muy cerca de un fuerte que teníamos en la Carolina del Norte, en las costas panameñas del Atlántico, al fuerte del Puerto del Príncipe en el Sur, en las costas del Pacífico de este país, con la idea de establecer un nuevo camino con el que unir las dos costas, logrando superar las grandes dificultades orográficas y de abastecimiento, la ausencia de caminos y guías, las emboscadas y ataques que sufrió la expedición por parte de los indios y otros varios obstáculos que dificultaron enormemente la marcha, haciéndoles retroceder.

Ante esta adversidad, Milla pensó que podría intentarlo llevando consigo a un par de indios amigos, en la idea de que al conocer el país pudieran avanzar sin ser advertidos por los enemigos y negociando con ellos consiguió que tres hermanos indios, los Urruchurchus, que en principio se oponían a la empresa, acabaran aceptando. Para ello entabló relaciones de amistad con ellos, dándoles hospitalidad en su casa cuando estos iban al presidio, haciéndoles regalos y, sobre todo, aprendiendo su lengua, con lo que, al final, consiguió ganarse la amistad y que accedieran a enseñarle sus poblados y entablar relaciones con sus familias, obteniendo lo que pretendía, que no era otra cosa que fueran con él a la expedición.

Una vez conseguido, pasó el tema al Gobernador y este, viendo sus logros, le permitió partir con una tropa de quince soldados, más los tres hermanos indios y así iniciaron la jornada, y aunque en un principio solo logró llegar hasta los primeros poblados, le bastó para convencerse de que era posible realizar el trayecto venciendo las adversidades, aunque los indios andaban recelados por la presencia de la tropa.

Para terminar de convencerse, el Gobernador le dijo que si culminaba con éxito la operación, en nombre del Rey le premiaría digno de su servicio, con lo que salió por segunda vez a realizar la expedición, venciendo dificultades y peligros, abriéndose camino por entre los enemigos, atravesando el Darién por el Chucunaque y consiguiendo en tres días atravesar el itsmo y dejándose ver inesperadamente en Puerto del Príncipe, con la lógica alegría de los que con el iban y la admiración de los que los vieron llegar. Era el año de 1788 y redactó un diario de dicha expedición.

Tras esto, y mientras el Rey le recompensaba, se le dio provisionalmente la Subinspección y la Ayudantía Mayor del Batallón de Pardos del Partido de Natá.

En opinión de su Coronel era de valor acreditado, de aplicación y capacidad regulares y en cuanto a la conducta dice que es "fácil a contraer empeños". Para final de 1797 estaba casado.

Puede verse un

Diario y Relación de la ruta que he seguido en el cruce del istmo de Darien, de norte a sur

en la siguiente dirección de internet.

https://www.elgrancapitan.org/foro/viewtopic.php?t=23358

Soldado Malagueño

Málaga - 2016