SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


domingo, 17 de julio de 2016

AYUDANTE MAYOR MANUEL DE MILLA SANTAELLA © 2ª Parte

   Tras esto, y mientras el Rey le recompensaba, se le dio provisionalmente  la Subinspección y la Ayudantía Mayor del Batallón de Pardos del Partido de Natá.

  A continuación se puede leer el diario y otros documentos relativos a la expedición a través del Itsmo:

   Para el relato de su expedición de Carolina, en el atlántico, hasta Puerto del Príncipe, en el Pacífico, al no haberlo encontrado aun en español, he usado el que existe en inglés, el cual he traducido -libremente- usando el traductor de Google y mis escasos conocimientos de inglés, creo que respetando bastante el texto original. Para la relación del viaje de vuelta, he usado el original en español.

Diario y Relación de la ruta que he seguido en el cruce del istmo de Darien, de norte a sur

Domingo 2 del presente mes.

   Partí de Carolina a las seis de la mañana, acompañado por el indio suspani, el Jefe del puebl de Sucubti y dos de sus compañeros, con el lingüista ¿Pío quinto?, comenzando la jornada siguiendo hasta las aguas del Aglatomate, con muchos y repetidos cruces, hasta que llegamos cerca de la cordillera, donde los Indios de Chueti tienen una pequeña casa, como menciono en mi primer viaje de 22 de enero, y que sirve como una posada a los indios antes mencionados y a los de Sucubti, que son los comerciantes habituales de Carolina por este camino.

   Desde Carolina hasta este lugar, la distancia es de dos leguas y media, poco más o menos; al llegar a un lugar que ellos llaman las Dos Bocas, es necesario seguir por el camino de la margen derecha, que en la estación seca, es bastante se secó, y el más conocido en este lugar,donde uno va a parar a un cobertizo indio cubierto con hojas de plátano, y a poca distancia de este, en la línea de la Cordillera, se puede ver una colina más pequeña que las de la derecha. Aquí se encontrará agua en esta parte del río, el cual tiene en algunos lugares un fondo de arena, y en otros de conchas, mientras que más arriba hay piedras y guijarros.

   Teniendo cuidado, después de reconocer esas marcas, de mantener a la derecha el río, el camino o sendero que conduce al anteriormente mencionado cobertizo, el cual se halla a tres o cuatro leguas del río; de allí el camino por la Cordillera va de norte a sur, no se puede perder, ya que, después de haber cruzado tres o cuatro pequeños riachuelos, o más bien que cruza el mismo tres o cuatro veces, [yendo] con un poco de cuidado se encuentra una orilla quebrada a mano derecha; aquí es donde comienza el camino por la cordillera, y es tan amplio y plano como si hubiera sido hecho por nuestro pueblo (españoles); el ascenso en conjunto es bastante empinado y a mitad de camino el tronco caído de un árbol detiene la marcha.

   Desde este lugar se puede apreciar la mar y Carolina.

   Siguiendo el camino de la derecha -el de la izquierda conduce a Chueti-, se cruza la montaña, el descenso de las cuales, por la otra ladera, es más gradual y en pendiente; al pie de la cual el río Forti se une con el Sucubti. Siguiendo el Sucubti hacia abajo, hacia el sur, después de dos o tres horas de camino en buen estado, hallamos una pequeña cabaña y [una zona de platanos]; en media hora hay otra a mano derecha y una hora más tarde encontramos una tercera a la izquierda.

   Un cuarto de legua más abajo en el margen izquierdo se encontró otra [cabaña] más grande que el resto, que es de Ignacio, el hermano mayor de Urruchurchu, y la misma en la que me recibió cuando realicé mi primer viaje en enero. En esta casa me detuve a descansar, habiendo llegado sobre dos de la noche y después de descansar un rato, continué por un camino que se encuentra en la parte posterior de la misma, ascendiendo el camino por una montaña.

   No tiene pérdida, pues es muy transitado, y descendí de nuevo al río, que tiene aquí muchas rocas. Teniendo cuidado de no perder de vista el río, se vio en primer lugar un indio y una cabaña, luego otro y luego el pueblo de Sucubti, donde vive Urruchurchu. Este pueblo se compone de seis casas juntas, las mencionadas anteriormente y dos o tres más pequeñas más abajo y puede tener unos treinta indios capaces de llevar armas, un poco más de mujeres y sesenta niños.

Lunes, día 3.
   Me detuve en este pueblo durante todo el día, mientras Urruchurchu preparaba la continuación de nuestro viaje.

Martes, día 4.
   Empecé al amanecer, acompañado por el capitán y dos de sus indios, siguiendo hasta el río por la ribera a través de un bosque abierto, alrededor de las diez de la mañana y después de haber recorrido dos leguas, dejamos el río por completo, siguiendo un camino a la izquierda.

   Todo el resto de este día caminamos por un bosque más elevado y abierto. Aquí cazan los indios sucubti, con caza en abundancia de todo tipo. Nos detuvimos en un riachuelo que tenía apenas el agua suficiente para satisfacer nuestra sed.

Miércoles 5.
   Proseguimos nuestro viaje a través del mismo bosque a las diez y de nuevo se encontró con la tribu Sucubti, en el lugar donde los indios atacaron al Teniente del Batallón Fijo de Panamá, y herido a su guía.

   Tan pronto como llegamos a este lugar, me dijo Urruchurchu que no podríamos continuar hasta que unos indios vinieran con sus canoas para que nos llevaran hacia abajo una corta distancia, hasta el camino que los españoles habían abierto (llamado el Camino de Ariza)

   Estuvimos esperando esas canoas hasta el jueves día 6, cuando llegaron cuatro [canoas] con ocho indios que supe estaban aliados con el rebelde Chucunas y que no eran de los que habían entrado en la paz con nosotros, siempre atentos a atacar a cualquiera de nuestra gente que pudiera perderse en el monte desde el establecimiento de Puerto Príncipe. 

   Los indios antes mencionados me preguntaron muchas cosas, algunas con malignidad y se manifestaron opuestos a la apertura de la carretera, diciendo que no permitirían tropas que marcharan por su territorio, y que en cuanto a la comunicación que deseábamos con Puerto Príncipe que ellos mismos serían los que llevarían nuestros despachos y todo lo que quisiéramos; que deseaban estar en paz con nosotros, pero a condición de que nos quedáramos en nuestro país y ellos en el suyo, a todo lo que asentí con el fin de que me dejaran continuar mi viaje, tras lo cual se mostraron satisfechos y Urruchurchu les hizo un presente de algunas cosas que su Excelencia le dio en Cartagena y que prudentemente había traído con él para el propósito.

   Este día, a las 10 horas, nos embarcamos en el río, y cerca de dos leguas más abajo hicimos alto, en el camino que ellos llaman de Ariza.

Viernes 7.
   En la madrugada se continuó a lo largo del camino abierta por los españoles y después de caminar tres horas cruzamos el río Chucuna por un puente y llegamos a la isla donde estaba acampado Don Luis de la Carrara. 

   Aquí encontramos caminos y cobertizos construidos últimamente (rancherías) de los Chucunas, lo que alarmó a Urruchurchu y se presentó ante ellos, y para conducirme de la manera más segura continué a una buena distancia por detrás, hasta que pasé a la otra orilla de este río, últimamente llamado La Paz.

   En este lugar los otros indios nos dejaron [tranquilos], no considerándonos un peligro, aunqu

   Continué entonces con Urruchurchu y a las cinco de la tarde tuve la dicha de llegar a Puerto Principe, cuando el citado Suspani (alias Urruchurchu) aconsejó que debíamos volver por el río Sabanas, Chuounaqua y Jubganti, que parte de pueblo de Chueti, a la distancia de un corto día de camino de Carolina, plan que le pareció bien al [Comandante] D. Andrés de Ariza, Gobernador del Darién, quien lo consideró atentamente.

   Realicé mi vuelta de regreso por la ruta mencionada, y fueron dos días de camino a Yavisa, pues lo hicimos cuando la marea lo permitió. En esta ciudad permanecí todo el día 12 para conseguir una canoa y continuar mi viaje y a las nueve de la noche empezamos, pero Urruchurchu me informó que el gobernador me había escrito para decirme que dos indios habían llegado cerca de Puerto Príncipe persiguiéndome, preocupándose mucho, diciendo que esos eran Chucunas que nos habían seguido y que él estaba seguro de que cuando vieron la manera en que había venido, irían a reunirse con malas intenciones contra nosotros en la boca de Jubganti. En esto, previendo el peligro, decidí volver y envié capitán Suspani a Carolina con los despachos que llevaba, lo que le satisfizo, ya que no quiere que ninguna desgracia nos ocurra a ninguno de nosotros, no sea que la culpa recaiga sobre él a pesar de sus buenas intenciones.

   Manuel de Milla de Santa Ella.

   Yavisa 13 de marzo, 1788.

El Hoplita Malagueño
Málaga 2016

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