SOLDADO MALAGUEÑO

También narramos las vidas militares de soldados de España y de todo el cosmos hispano en ambos hemisferios, por el Atlántico, por el Lago Español, por el Mediterráneo, por el Índico y allá por donde haya pasado un soldado HISPANO ondeando nuestras banderas.


lunes, 11 de julio de 2016

CORONEL TOMÁS DE FIGUEROA CARAVACA (3ª PARTE) ©

   Sí sabemos que fue nombrado Comandante del Batallón Fijo de Concepción, lo que venía a significar que ostentaba la tercera posición política del Reino de Chile tras el Capitán General y del Intendente de la provincia de Concepción, lo cual le permitió mantener relaciones cordiales con el Secretario Juan Martínez de Rozas, a quien acompañó cuando este fue llamado para asumir su puesto en la Junta de Gobierno y trasladarse a Santiago. Junto a Tomás acompañaba una Compañía de su Unidad para estar prevenido por si el ambiente revolucionario que se respiraba en Santiago hiciera necesaria su intervención. Para conseguir que Tomás fuera en esas condiciones, Martínez de Rozas consiguió que Tomás obtuviera el grado de Coronel.

   Es en este ambiente revolucionario y separatista en el que se iban a celebrar el día primero de abril de 1811 unas elecciones para la formación del Congreso Nacional preparado por parte de la Junta de Gobierno, algo totalmente ilegal y en contra el orden legal vigente, situación a la que los miembros del partido realista, como es de comprender, se oponían con fuerza, por lo que estos concertaron un golpe, tratando el tema con Figueroa, al que incluso suministraron fondos para ello.

   La tarde del treinta y uno de marzo se sublevaron ciento treinta hombres del cuartel de San Pablo, a los que hubo que someter por las armas, habiendo muertos y heridos: este hecho decidió a los realistas a pasar a la acción, decidiendo actuar el siguiente día, el de la votación.

   Para ese día de votación, la Junta, previendo la situación, ordenó que se guardase el orden y el Jefe de la plaza situó a cincuenta dragones en la plaza del Consulado, donde se verificaría la votación, pero los dragones exigieron que se presentara también la Compañía de Figueroa, lo que dio lugar a que la gente afín al partido realista vitoreara al de Estepona, quien como primera providencia ordenó que los dragones volvieran al cuartel y desposeyeran del mando al Capitán que lo ostentaba y con gritos de ¡viva el Rey y muera la Junta! animaron al resto de la tropa allí acuartelada a unirse a ellos, mientras se seguía proclamando a Figueroa como a su jefe.

   Al llegar este al cuartel, empezó a dar instrucciones y ordenó que se distribuyesen armas y municiones, saliendo de inmediato hacia la plaza del Consulado, la cual se hallaba desierta al haber huido la gente cuando se amotinaron los dragones.

   De ahí pasó Figueroa con sus hombres a la plaza de Armas, donde los dispuso y dirigiéndose al edificio donde se hallaba el Tribunal de la Audiencia para explicar sus motivos, que no eran otros que la defensa del orden legal y de la legitimidad del gobierno del Rey y que en esas circunstancias pedía órdenes de quienes le representaban, respondiéndoles los del Tribunal que lo consultarían con los miembros de la Junta.

   En este punto, es necesario hacer notar que Figueroa desconocía los planes últimos de la Junta, que eran subvertir el status quo vigente y que el Secretario Martínez de Rozas le había llevado allí engañado. Pecó un poco de ingenuo, lo que le costó caro.

   Tras recibir la Junta la consulta, sus miembros ordenaron al Jefe de la plaza, el Coronel Juan de Dios Vial, que reforzara el cuartel de Artillería, pero cuando supieron que era Figueroa quien se había apostado en la plaza, ordenaron que el Batallón de Granaderos al completo y dos piezas de artillería se dirigiesen a la plaza de Armas.
   Al ocupar sus posiciones la fuerza rebelde de Vial, se inició un vivo tiroteo y la superioridad numérica y de armamento de los de Vial obligó a los de Figueroa a retirarse  en dirección al Mepocho y al cuartel de San Pablo, resultando entre muertos y heridos más de veinte.

   En esta retirada, Figueroa, tras comprender cuan vilmente había sido engañado, pasó al convento de Santo Domingo, donde pidió refugio, sabiendo que estaba perdido. Pocas horas después y tras una delación, fue hecho prisionero y conducido a prisión.

   Comprendieron los sediciosos independentistas que si Figueroa no era muerto enseguida por temor a que la situación y la aristocracia lo impidiera, se le hizo un rápido juicio injusto, condenándosele por ¿traidor a la Patria? Juicio emanado de una autoridad ilegítima que convertía su acto en un vil asesinato.

   Como confesor, y aunque Figueroa solicitó a uno determinado, la Junta le impuso a uno llamado Camilo Hernández, independentista, con la idea de que este lograra arrancarle una confesión inculpatoria y que delatase a los que con el habían participado. Vano intento, pues Figueroa, como hombre de honor, se negó a ello.

   A las cuatro menos cinco de la madrugada del día dos de abril se dio cumplimiento a la orden de asesinato, el cual vino a producirse en el mismo calabozo en el que estaba preso. Después, su cadáver fue expuesto en la plaza, frente a la puerta de la cárcel y tras tan indigna y ruin exhibición fue arrojado a la fosa de los reos comunes del cementerio de la Caridad.

   El veinte de febrero de 1815, tras la restauración de la legalidad y por orden del Presidente Mariano Osorio, su cadáver fue recuperado y trasladado con todos los honores hasta la catedral de Santiago, donde fue enterrado.

   Fue un asesinato inútil, perpetrado por una Junta malévola que arguyó la traición a la patria para cometerlo, cuando Figueroa estaba, precisamente, defendiendo a la Patria, es decir, al orden vigente legal.

   El Hoplita Malacitano
   Málaga 2016

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