Que los bombardeos no solo destruyen edificios es de sobra conocido. Desde que existen la artillería infinidad de edificaciones han sucumbido a la acción devastadora de los proyectiles, granadas, balas, obuses, etc.
Así mismo, la metralla que dichas explosiones
lanzan en todas direcciones causan también un efecto destructor, dejando no
poca huella en aquello contra lo que termina impactando.
Pero no voy a hablar del efecto devastador que
sobre una edificación o sobre un árbol tienen las explosiones y la metralla,
no, voy a hablar del efecto que tienen sobre las personas que tienen la mala
suerte de encontrarse en el radio de acción de cualquiera de las dos:
explosiones o metralla, que tan dañino puede ser una como otra, causando bien mutilaciones,
que pueden ir de leves a horrendas, o la muerte.
Situémonos: Primera Guerra Carlista. Sitio de
Bilbao, ocurrido entre el 16 de junio y el primero de julio de 1835.
Bien. En el sitio se instalaron diversas
baterías carlistas para batir las murallas y causar estragos entre el enemigo
liberal, pero resultó que los liberales contaban con mayor número de piezas de
artillería, con las que causó mucho destrozo entre las filas carlistas,
respondiendo estos con una intensificación de los bombardeos sobre las áreas
civiles de Bilbao: casas particulares hospitales, iglesias, ...
La acción de la artillería liberal, como dije,
fue contundente, causando muchas víctimas entre los soldados carlistas.
Una de estas baterías liberales se hallaba
situada en el Circo de Begoña, la que el día catorce recibió un intenso fuego
artillero enemigo desde sus baterías situadas en Miravilla. Entre los
defensores de la batería liberal se hallaba un soldado de la compañía de
cazadores del Regimiento de Milicias Provinciales de Ronda, quien tuvo la mala
suerte de que una de las bombas cayera justo a sus pies.
Las consecuencias fueron terribles: la explosión
se llevó por delante las dos piernas, la derecha por el tercio inferior del
muslo y la izquierda por la parte media de la tibia, a la vez que le causó
tremendos destrozos en los músculos y huesos de lo que le quedaba de piernas,
así como una gran contusión en glúteos, omóplatos, abdomen y en el pecho a la
altura del corazón y los pulmones.
Fue recogido por sus compañeros y llevado
urgentemente al puesto médico más cercano, ingresando con estado de serenidad,
pulso muy débil y conservando sus facultades mentales y los sentidos.
Desde luego lo primero fue una cura de urgencia,
aunque el herido, viendo próxima su muerte confesó, dictó sus últimas
voluntades y encomendó a un compañero que hiciera entrega a su madre de cuanto
poseía.
Consultó el médico que lo atendió con otros dos
colegas sobre la forma de proceder con el herido, manifestándole estos que la
muerte era inevitable habida cuenta de los graves desgarros sufridos, así como
que las extensas contusiones le producirían conmoción en la médula espinal,
abdomen y tórax, opinando que se podía regularizar la situación practicando una
amputación doble, pero nada de esto se pudo llevar a cabo, pues el herido,
después de sufrir dos leves lipotimias, murió.
Al pobre soldado ni siquiera se le pudo
practicar la autopsia, pues los heridos continuaban llegando y el bombardeo
continuaba, de modo que se le dio sepultura.
Soldado Malagueño
Málaga - 2023
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