Al artillero Antonio Carrasco, nacido en Marbella en 1832 y que cuenta con veintidós años y todavía soltero, sus compañeros de la compañía le definen como una persona impulsiva, muy apasionado, que se deja llevar en demasiadas ocasiones por el sentimiento más que por la razón y con un estado de ánimo que marea a cualquiera, pues tiende a ser variable.
Hallándose
destinado en La Habana empezó a sentir dolores de cabeza, que conforme pasaban
los días se hacían más frecuentes y duraderos y ante la persistencia de estos y
incómodo que le estaba resultando, un día del mes de julio de 1854 se presentó
en el hospital militar de la capital cubana, donde al médico que le atendió le
dio cuenta de lo que le pasaba y tras examinarlo y hacerle unas preguntas, el
facultativo determinó que padecía una cefalalgia moderada.
Así mismo, apuntó
el médico en el cuaderno que presentaba un pulso frecuente, lleno, con alguna
dureza, la piel estaba caliente y seca y la lengua con crápula blanquecina de
sabor pastoso, apuntando que el paciente le dijo que padecía bastante sed.
Tras el
diagnóstico, el médico le recetó un emeto-catártico para acelerar la defecación,
refrigerantes, diaforéticos para provocarle el sudor y pediluvios o baños de
pies.
Tras aplicarle el
tratamiento vomitó y defecó varias veces, presentando una mejoría, pero
conforme pasaba el tiempo su estado empeoró y al segundo día se le puso la
punta de la lengua roja, le entró dolor en el epigastrio, le disminuyó la
cantidad de orina, la cefalalgia a mentó a intensa, comenzando a palpitarle las
sienes, empezando a tener dolor en la región lumbar y en las piernas. Ante esto
se le aplicaron los remedios oportunos, pero como no mejoraba, se le practicó
una sangría en el brazo.
El tercer día
continuó con pulso débil, frecuente, presentaba un ligero coma, la lengua le
continuaba crapulosa y seguía sintiendo bastante sed, la respiración era
anhelosa y continuaba con poca orina. el dolor de la región lumbar y piernas
continuaba.
Se le aplicaron refrigerante,
enemas y cataplasmas emolientes, así como pediluvios y sinapismos. Al medio día
se le administró una enema purgante, a la vez que se le aplicaron dos
vejigatorios en las piernas, pasando el resto del día en la misma situación,
pero con el problema que se le acentuó el coma y el pulso era cada vez más
débil.
El cuarto día de
estancia de Antonio en el hospital no supuso un avance, antes al contrario, pues
se mantenían los mismos síntomas negativos a los que se sumaron dolor de
abdomen, sordera, coma profundo, diarrea, mucha inquietud y la cara se le puso
roja.
Esforzándose el
personal médico en salvarle la vida, se continuó con el tratamiento,
aplicándosele dos vejigatorios en los muslos. Se le dieron friegas con alcohol
y quinina, acentuándose la inquietud conforme avanzaba el día.
El quinto día
empeoró bastante, quedando inmóvil desde bien temprano, con la respiración muy
anhelosa, que se hizo aun más a partir de las nueve. Se le dieron fricciones
escitantes, lo que no evitó que un sudor frío cubriera su cuerpo, a la vez que
empezó a tener vómitos oscuros a lo que siguió un hipo persistente.
Poco a poco, sus
constantes vitales fueron disminuyendo, hasta que cesaron, falleciendo el pobre
a las tres de la tarde.
Soldado Malagueño
Málaga - 2022
No hay comentarios:
Publicar un comentario